Habitar el cuerpo y cohabitar el encuentro. Relatos sobre una experiencia extensionista con mujeres en la ciudad de Córdoba (Argentina)

 

Habitar o corpo e coabitar o encontro. Histórias sobre uma experiência de extensão com mulheres na cidade de Córdoba (Argentina)

 

Inhabiting the body and cohabiting the gathering. Stories about an extensionist experience with women in the city of Córdoba (Argentina)

 

 

María Fernanda Machuca

Facultad de Psicología, UNC

maria.fernanda.machuca@unc.edu.ar

https://orcid.org/0009-0005-1053-2486

 

Agustín Liarte Tiloca

Facultad de Psicología, UNC

agustin.liarte.tiloca@unc.edu.ar

https://orcid.org/0000-0002-0125-8463

 

 

Sección: Extensión en Movimiento

Recepción: 14/02/2025               Aceptación final: 23/03/2025

 

Para citación de este artículo: Machuca, M. F. y Liarte Tiloca, A. (2025). Habitar el cuerpo y cohabitar el encuentro. Relatos sobre una experiencia extensionista con mujeres en la ciudad de Córdoba (Argentina). Revista Masquedós, 10(13), 1-14. https://doi.org/10.58313/masquedos.2025.v10.n13.416

 

 

Resumen

El presente artículo recupera parte del proyecto extensionista titulado “Reconociendo y construyendo espacios de encuentro entre mujeres desde la diversidad corporal, géneros, sexualidades y los aportes de los feminismos”. El mismo se realizó junto a mujeres que asistían al Centro Vecinal del barrio Deán Funes, ubicado al sudeste de la ciudad de Córdoba, en el marco de una beca otorgada por la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Córdoba en el año 2023. Su objetivo principal fue gestionar espacios de encuentro para mujeres que fueran vividos como seguros, donde compartir sus experiencias cotidianas, así como promover la confianza y el cuidado colectivo. La demanda fue construida de manera horizontal junto a las referentas de la entidad y apuntó a la creación de talleres vivenciales atravesados por el empleo de lenguajes como la cartografía, la escritura y el collage. Las problemáticas abordadas giraron en torno a cuerpo y género como categorías situadas, junto a una necesidad compartida por reflexionar acerca del espacio barrial como lugar de encuentro. 

 

Palabras clave: espacio de encuentro; mujeres; cuerpo; territorio.

 

Resumo

Este artigo recupera parte do projeto de extensão intitulado “Reconhecendo e construindo espaços de encontro entre mulheres a partir da perspectiva da diversidade corporal, gênero, sexualidade e contribuições dos feminismos”. Ele foi realizado com mulheres que frequentavam o Centro de Convivência do bairro Deán Funes, localizado no sudeste da cidade de Córdoba, no âmbito de uma bolsa de extensão concedida pela Secretaria de Extensão Universitária da Universidade Nacional de Córdoba no ano de 2023. Seu principal objetivo era administrar espaços de encontro para mulheres, que fossem vivenciados como seguros, onde elas pudessem compartilhar suas experiências cotidianas, bem como promover a confiança e o cuidado coletivo. A demanda foi construída de forma horizontal junto às lideranças femininas da entidade, visando à criação de jornadas vivenciais por meio do uso de linguagens como a cartografia, a escrita e a colagem. As questões abordadas giraram em torno do corpo e do gênero como categorias situadas, juntamente com a necessidade compartilhada de refletir sobre o espaço do bairro como um local de encontro.

 

Palavras-chave: espaço de encontro; mulheres; corpo; território.

 

Abstract

This article presents part of the extension project entitled “Recognizing and building meeting spaces among women from the point of view of body diversity, gender, sexualities and the contributions of feminisms.” It was conducted together with women who attended the Community Center of Deán Funes neighborhood, located southeast of the city of Córdoba, within the framework of a university extension grant awarded by the Secretariat of University Extension of the National University of Córdoba in 2023. Its main objective was to facilitate meeting spaces for women, which were experienced as safe, where they could share their everyday experiences, as well as promote trust and collective care. The initiative was built horizontally together with the female leaders of the entity and aimed to the creation of participatory workshops through the use of languages such as cartography, writing and collage. The issues addressed revolved around body and gender as situated categories, together with a shared need to reflect on the neighborhood space as a meeting place.

 

Keywords: space of encounter; women; body; territory.

 

 

Introducción

Este artículo presenta parte de las experiencias transcurridas en el marco del proyecto extensionista titulado “Reconociendo y construyendo espacios de encuentro entre mujeres desde la diversidad corporal, géneros, sexualidades y los aportes de los feminismos”[1], llevado adelante con mujeres que asistían al Centro Vecinal del barrio Deán Funes, ubicado en la zona sudeste de la ciudad de Córdoba (Argentina). El objetivo del proyecto se vinculó a una demanda construida junto a referentas de la entidad, quienes indicaron la importancia de gestar espacios de encuentro entre mujeres, donde lo principal era promover la confianza y el cuidado colectivo. En este sentido, apostamos a la premisa planteada por Marcelo Luis López (2012) sobre la demanda como una tarea de aproximación, en tanto lo posible se hizo presente junto a los deseos de quienes formaron parte de este proceso de extensión. Para ello, fue menester profundizar en un diálogo de conocimientos situados entre los requerimientos de la universidad, como fuera armar el formulario para la presentación a la convocatoria que sustentó este trabajo, y los anhelos de las mujeres que asistían al centro vecinal en cuanto a desarrollar actividades que las convocaran.

Frente a esa postura basada en la horizontalidad de las voces y las relaciones (Abratte, 2019), conversamos sobre la posibilidad de problematizar cuestiones vinculadas a la diversidad corporal, las identidades sexo-genéricas y la salud mental. Barajamos estas temáticas, pues las ubicamos como cuestiones emergentes y transversales a la trama de lo cotidiano. Así, apuntamos a la inclusión de estrategias participativas dentro de las propuestas ya presentes en el centro vecinal, puntualmente para la concreción de los espacios de encuentro solicitados por nuestras interlocutoras. En el abordaje de este pedido, esperábamos montar escenarios propicios para el intercambio de palabras y la reflexión de las experiencias desde el empleo de ciertos lenguajes artísticos[2].

En un primer momento, llevamos adelante el proyecto a partir de su preparación, delineando ideas conjuntas que fueran luego plasmadas en acciones de carácter colectivo, además de posibles con los recursos presentes. En estas instancias, resultó oportuno el taller como un dispositivo de trabajo entre agentes de la comunidad y las mujeres que asistían al centro vecinal, donde nos dispusimos a compartir las propias vivencias frente a los temas propuestos. Estos espacios se transformaron en potentes generadores de diálogos que nos llevaron a cartografiar el territorio, tanto desde las experiencias subjetivas como intersubjetivas, aunando lo individual con lo grupal (Lafuente y Hornillo, 2019; Risler y Ares, 2013). Luego, implementamos actividades que fomentaran el intercambio horizontal entre las mujeres participantes a partir del arte como un impulso creativo, retomando la escritura, el dibujo, el collage de papeles, entre otros elementos. Por último, concretamos un cierre donde pudimos compartir lo vivido durante el año que abarcó el proyecto, donde cada una de las participantes e integrantes del equipo extensionista aunaron sus producciones en la creación de fanzines con lecturas. 

En estas páginas, esperamos compartir algunas de las experiencias que transcurrieron a lo largo de este proceso. Como orden de lectura que estructura el artículo, primero presentamos las particularidades del centro vecinal, haciendo hincapié en su historia y los vínculos con las personas del barrio. Posteriormente, ahondamos en las herramientas conceptuales que nos sirvieron para problematizar las relaciones entre cuerpo y género, así como en la cartografía social en tanto instrumento que nos ayudó a abordar estas cuestiones. Luego, ofrecemos una presentación del público que fue destinatario del proyecto, junto a las acciones que emprendimos. Finalmente, esperamos brindar algunas reflexiones sobre la importancia de la extensión en nuestras trayectorias, muchas veces ausente en las formaciones universitarias. 

 

 

Sobre el territorio: el Centro Vecinal del barrio Deán Funes

El territorio de acción donde llevamos adelante el proyecto extensionista fue el Centro Vecinal del barrio Deán Funes, ubicado al sudeste de la capital de la provincia de Córdoba (Argentina). La entidad fue creada hace más de cincuenta años, ante la necesidad de comenzar a dar respuestas a las problemáticas evocadas por las familias de la zona, en particular con relación a la falta de servicios públicos y accesibilidad. Al mismo tiempo, comenzó a convertirse en un espacio que supo reunir a la comunidad ofreciendo diferentes actividades, como clases de folclore para todas las edades, talleres de formación en diversos oficios, y la organización de fiestas barriales. Con el tiempo, fueron surgiendo otras ofertas, como yoga para personas jubiladas, gimnasia para personas mayores, taekwondo y otras prácticas recreativas, cursos de fotografía, un club de bochas, etc. 

En la actualidad el centro vecinal se relaciona con otros espacios barriales desde una vinculación institucional de cooperación. En estos lazos, se destaca un grupo scout y un centro de jubilados, con quienes coordinan actividades en conjunto en las sedes de cada entidad. También generaron diálogos con asociaciones civiles y organizaciones no gubernamentales, como la Asociación PIES (integrada por profesionales en psicología, psicopedagogía, psicomotricidad y fonoaudiología) y la Asociación PAIS de psicología para personas adultas mayores. Estas últimas se caracterizan por trabajar desde la atención de la salud bajo una tarifa social, pensada para grupos con menores recursos. De esta manera, desde el centro vecinal buscaron fomentar la participación y generar lazos entre quienes habitaban el barrio, así como otras zonas aledañas. 

Sobre los temas que nos convocaron a partir del proyecto extensionista, resulta llamativo que la conducción del espacio estaba conformada de manera equitativa entre varones y mujeres. Comprendemos que en dicho marco es que surgió la demanda por generar espacios pensados para la sociabilidad y el encuentro entre mujeres, una idea que apelaba a retomar las actividades que fueron significativas para la comunidad, luego de la pandemia por Covid-19. En este contexto, desde finales del año 2022 lograron reanudar el trabajo y sumaron nuevas acciones, a la vez que apuntalaron el acompañamiento de quienes asistían al centro vecinal para que pudieran recibir ayudas sociales a través de distintos programas gubernamentales, como los planes XMI, PPP y PILA.[3] Asimismo, concretaron propuestas de cursos de capacitación en labores diversas, para colaborar con la economía de las familias del barrio. En las conversaciones que tuvimos con las referentas del lugar, una de estas experiencias reconocidas fue la creación de la primera feria que organizaron en el barrio potenciando emprendimientos que llevaban adelante las mujeres del territorio, actividad que se replica hasta el día de hoy en diferentes plazas y espacios verdes cercanos (Figura 1).

 

Figura 1. Plaza del barrio, ubicada a una cuadra del centro vecinal

Fotografía tomada por María Fernanda Machuca (abril, 2023)

 

En sintonía con Mariana Arzeno (2018), entendemos que el espacio resulta de procesos sociales de construcción, donde interactúan las acciones, las prácticas y las relaciones de las personas. Para la autora, el espacio es producido al mismo tiempo que es productor de aquellos vínculos que se gestan, atendiendo al territorio como una experiencia vivida. Bajo esta idea, destacamos el compromiso del centro vecinal por su apuesta de puertas abiertas hacia la comunidad, ofreciendo actividades para la mayor cantidad de grupos posibles. Este punto fue destacado por las autoridades de la institución, especialmente en una interseccionalidad que pudiera incluir diversas edades y expresiones de género, permitiendo el acceso tanto a propuestas de formación como recreativas. El territorio, pues, se nutre de las relaciones plasmadas por el centro vecinal, a la vez que forma parte del entramado que le brinda sentido al quehacer diario.

Por lo expuesto, el proyecto extensionista que abordamos puntualizó en la participación de las mujeres del barrio y zonas aledañas, algo que venía creciendo de manera sostenida en los últimos años. La buena recibida por parte del centro vecinal hacia la propuesta que presentamos fue crucial, lo que se tradujo en brindar a la comunidad un espacio de encuentro, participación y reflexión entre mujeres. Desde la premisa de ofrecer un lugar seguro, y apelando a “una imaginación radical que lleva la posibilidad a lugares insospechados” (Colacci y Filippi, 2020, p. 22), iniciamos los talleres con una periodicidad mensual, siempre en permanente diálogo con las referentas de la entidad y quienes asistían a los encuentros.

 

 

Hacia una breve caja de herramientas conceptuales

Para llevar adelante esta experiencia extensionista, partimos por implementar una perspectiva de género desde una mirada que nos permitiera abordar la realidad situada de las personas. Como lo entiende Elisabeth Gross (1995), esto implica retomar discusiones sobre, entre otras cosas, la división sexual del trabajo, la diversidad corporal y de género, el rol de las instituciones como el Estado, la iglesia, la familia y la escuela, etc. También apunta a indagar en las desigualdades sociales naturalizadas en las relaciones entre las personas y a una crítica hacia la centralización de ciertos saberes en la producción de conocimientos, por lo general aquellos gestados desde las universidades. 

Relacionado con esta idea, entendemos que el género es una categoría polisémica situada en coordenadas históricas particulares. Como explica Eduardo Mattio (2012), hablar sobre género conlleva una pregunta por cuál de todos los posibles conceptos estamos evocando, discursividades muchas veces opuestas y que producen efectos concretos sobre las vidas de las personas. Para el autor, las sociedades construyen roles, actividades, imaginarios y moralidades relativas a una estructura jerárquica que nos ubica en posiciones que son leídas desde una asimetría. Reforzamos esta noción a partir de los aportes de Ana María Fernández (2009), quien explica que el problema no son las diferencias anatómicas de los cuerpos, sino las desigualdades que cada grupo producirá sobre las mismas. Estas disparidades serán luego empleadas por quienes ejercen poder para marcar y naturalizar la supuesta superioridad de un grupo por sobre otros. Aquí comprendemos la importancia de trazar una propuesta de extensión que preste especial atención a los contextos de enunciación del género. Compartimos junto a Judith Butler (2007) la centralidad de tomar en cuenta los usos concretos de las palabras, así como pregonar por una vigilancia epistemológica sobre la heteronormatividad como un régimen político que nos impone formas aceptables de vivir. Muchas veces, el precio por alejarse de esos parámetros de la “rectitud” del género involucra fuertes sanciones y castigos sociales. 

En este punto, bosquejamos un diálogo junto a Mari Luz Esteban (2004) para pensar las corporalidades como el soporte de nuestras experiencias en el mundo, un constructo múltiple imbricado por diversos marcadores sociales de las diferencias. Distintos factores van a disponer posibilidades y prohibiciones que formarán parte de los itinerarios corporales emprendidos por las personas, donde el género es uno de aquellos elementos en constante interacción. Como explica la autora, el cuerpo es “el lugar de la vivencia, el deseo, la reflexión, la resistencia, la contestación y el cambio social en diferentes encrucijadas económicas, políticas, sexuales, estéticas e intelectuales” (p. 54). Para el caso del proyecto que aquí reponemos, estos cruces resultaron fructíferos para analizar el barrio como un espacio vivido, donde las mujeres que asistieron a los talleres que organizamos participaron desde sus tránsitos diarios. Este carácter espacial, tanto de lo público como lo privado, no podía ser entendido por fuera de sus autopercepciones como mujeres, ni tampoco de sus cuerpos como territorios.

A partir de estos ejes conceptuales es que buscamos reflexionar sobre los talleres que gestamos desde el proyecto extensionista. En tanto espacios de encuentro, hacemos eco de lo expresado por Silvina Buffa (2018) cuando advierte que “participar del grupo de mujeres, supone un hacer con otras, donde se van tejiendo relaciones e intercambios, tensiones, conflictos, jerarquías y complicidades entre unas y otras” (p. 31). Podríamos comprender aquí un carácter “liberador” plasmado en el compartir desde la horizontalidad y en el respeto por otras experiencias. Por ello, los talleres fueron herramientas que nos permitieron trabajar con y entre las mujeres que asistían al centro vecinal. Este factor suponía abordar lo que Julia Risle y Pablo Ares (2013) nombraron como la construcción de relatos territoriales: estos requieren de mecanismos que posibiliten participar y reflexionar desde miradas diagnósticas que ayuden a producir información territorial, socializando las perspectivas individuales en una labor grupal. La cartografía colectiva como recurso incentiva la memoria, el trueque de saberes y el señalamiento de cuestiones comprendidas como problemas. De esta forma, tomamos los talleres como dispositivos donde fue posible implementar estas ideas, compartiendo realidades desde la investigación-acción participativa que pusieron en juego las vivencias de quienes formaron parte de los encuentros y posibilitaron tomar lo abordado como insumo para otros talleres.

El accionar del mapeo colectivo también conlleva un matiz grupal que ayuda a tornar visible el tejido relacional de las personas en el territorio. Antonio Lafuente y Patricia Horrillo (2013) refieren a la necesidad de fomentar procesos de creación a partir de saberes y experiencias cotidianas, pasibles de ser plasmadas en soportes visuales que aborden aquellas problemáticas identificadas. Dentro de la multiplicidad de cuestiones que puedan surgir, tanto el cuerpo individual como el cuerpo colectivo devienen en un componente mapeable. Esto hace parte de las reflexiones sobre el impacto de discursos, instituciones e imaginarios erigidos acerca de las corporalidades, incluyendo instancias para rememorar narrativas, espacios de encuentro y transformaciones que lleven a tejer redes colaborativas.

 

 

Las mujeres como protagonistas: habitar el cuerpo y cohabitar el encuentro

Durante los talleres que coordinamos desde el proyecto extensionista, participaron mujeres provenientes del barrio Deán Funes y otros aledaños del sudeste cordobés. En términos generales, se trató de un grupo de entre cinco y diez mujeres que fue cambiando a lo largo de los encuentros. La mayoría se ubicaba en una franja etaria de entre 30 y 80 años, aunque también se acercaron niñas en compañía de familiares. Algunas de ellas eran madres o con personas a cargo, tenían trabajos informales y contaban con participación comunitaria en el barrio. Por ejemplo, tenían puestos en la feria comercial o se involucraban en comedores locales. 

Sobre la planificación de los encuentros, tomamos en consideración las realidades situadas de estas mujeres. Para ello, armamos un cronograma de trabajo que incluyó la organización de talleres que abrían sus puertas un sábado al mes por la tarde. Esta decisión se tomó en conjunto con las referentas del centro vecinal, debido a que era el día en que las mujeres que asistían podían dejar por unas horas las tareas de cuidado, del hogar y el trabajo en general. La modalidad de taller no solo permitió focalizar en el objetivo principal de gestionar un nuevo espacio de encuentro entre mujeres, sino también abordar otros propósitos que delineamos desde la puesta en marcha de esta experiencia. Esto incluyó la creación de un lugar donde problematizar cuestiones relacionadas al género y las corporalidades, los usos del espacio público que hacían en el barrio, la identificación de lugares seguros para reunirse y participar de diversas propuestas recreativas. Como finalidad última, apostamos a reflexionar sobre los mandatos sociales establecidos en las personas por su género y cómo lo corporal formaba parte de dicho entramado. En una etapa final del proyecto, priorizamos abordar estas líneas de preocupación desde posibles acciones a futuro, elaborando estrategias de manera colectiva con el empleo de lenguajes artísticos que favorecieran y acompañaran las diversas expresiones individuales, así como en un respetuoso diálogo grupal.

Los objetivos iniciales fueron formulados desde una concepción flexible que nos permitió hacer frente a dificultades emergentes, en un contexto cambiante de participación heterogénea e intermitente. Por ello, fuimos adecuando las acciones a lo que fuera sucediendo, como el trabajo colaborativo que entablamos con la agrupación cordobesa Mujeres Activando[4], quienes ya coordinaban actividades en la zona desde hacía varios años. Asimismo, apelamos a una clave horizontal y colectiva con la comunidad, desde una metodología participativa en los talleres abocada a producir conocimientos situados a partir de las interacciones territoriales. Por ello, fue necesario tornar serio el diálogo permanente entre el equipo extensionista y las personas que conformaron el público del proyecto, convirtiéndose en partícipes de este.

El trabajo desarrollado comprendió tres etapas que dispusimos para cumplir con los objetivos formulados, donde los talleres fueron el medio de encuentro principal, pero sumándose también meriendas y momentos de conversación grupal. En una primera etapa, retomamos las herramientas de la cartografía social y el mapeo colectivo para ubicar aquellos espacios del barrio donde las mujeres transitaban en su cotidiano. Con ello buscamos abordar las implicancias corporales en esos modos de habitar y las afectividades que impactaban en sus experiencias diarias, haciendo hincapié en aquello que identificaban como roles y obligaciones de género. A su vez, nos valimos de algunos aportes de la corpografía, una técnica que Jordi Planella (2013) propone para producir lecturas corporales en contextos culturales particulares. Como expone el autor, el lenguaje aparece como medio para vehiculizar aquello que los cuerpos hablan y callan, lo que significan y lo que comunican[5].

Durante el primer taller, luego de acordar la planificación con las referentas del centro vecinal, armamos una merienda para conocer a quienes estuvieran interesadas en participar de las actividades. En esta instancia comenzamos a delinear la propuesta del proyecto extensionista y conversamos con las mujeres presentes sobre lo que implicaba realizar una cartografía del barrio y otras zonas cercanas. También aprovechamos la oportunidad para hablar sobre estereotipos de género y lo que, desde nuestras experiencias, se esperaba de las mujeres. La mayor parte del tiempo estuvo abocada al intercambio de vivencias en una clave de charla, haciéndose palpable el deseo por concretar estos espacios de encuentro y participación desde lo colectivo.

Con el sentimiento de haber logrado una buena recepción inicial, para el segundo taller continuamos trabajando con la cartografía para ubicar las viviendas de las mujeres que asistieron, en un abordaje de mapeo colectivo de lo doméstico. Empleamos el formato de un croquis, donde cada persona dibujó un plano de su casa e identificó un espacio de esta que le gustase y que particularmente viviera desde la comodidad. Para la tarea propusimos algunas preguntas: ¿Cuál es el lugar que más te gusta de tu casa?, ¿dónde te gusta estar más tiempo?, ¿en qué momento del día disfrutás más de este espacio? La mayoría de las respuestas fueron la cocina y el dormitorio, como aquellos sitios donde concentraban gran parte de sus actividades cotidianas, además de ser el lugar de compañía con sus familiares y amistades. Dicha actividad permitió adentrarnos nuevamente, como en el primer taller, en algunas reflexiones respecto a estereotipos de género, orientado por algunas experiencias disímiles marcadas en relación con dos generaciones de mujeres -madres e hijas- que compartían este espacio de encuentro.

La centralidad de la comida en los relatos nos sirvió como puntapié para coordinar un tercer taller de reflexión, aprovechando que el centro vecinal contaba con una amplia cocina equipada. Nos reunimos alrededor de una mesa para conversar mientras armábamos trufas de galletas molidas con dulce de leche. Entre mates, la merienda se transformó en un intercambio de recetas e historias, en que cada participante pudo expresar su sentir (Figura 2). Este encuentro fue crucial para darnos cuenta de que los momentos de charla eran los más esperados por nuestra interlocutoras y que las actividades que teníamos planificadas de antemano no tenían la relevancia que esperábamos.

 

Figura 2. Trufas de chocolate realizadas durante el tercer encuentro

Fotografía tomada por María Fernanda Machuca (julio, 2023)

 

Debido a la fluctuante asistencia que tuvieron los primeros talleres, nos propusimos repensar los medios que empleamos para convocar a las mujeres, por lo que revisamos la posibilidad de trabajar en articulación con otros equipos que tuvieran más experiencia en la zona y contaran con iniciativas en el centro vecinal. Para ello, en esta segunda etapa del proyecto nos contactamos con referentas de la agrupación Mujeres Activando, a quienes ya conocíamos de otras actividades. En conjunto, acordamos un abordaje de los siguientes talleres, donde esperábamos planificar encuentros para problematizar la diversidad corporal, los roles de género y la salud mental. Así fue como recurrimos a distintos soportes artísticos que nos posibilitaran formas de intervención que pusieran en diálogo los saberes y sentires de las participantes.

Para el primero de estos talleres, dispusimos un encuentro para trabajar sobre la noción de cartografías corporales, en especial desde la conexión con el propio cuerpo. Ubicadas en ronda, realizamos ejercicios de entrada en calor para ingresar de lleno en la temática que nos convocaba. Una de las coordinadoras de Mujeres Activando guio el momento de inicio a través de una acción multisensorial, que involucró cerrar los ojos, escuchar música y movernos como si quisiéramos pintar el espacio. Luego, leímos poemas y realizamos un momento de respiración consciente, dando cuenta de cada parte del cuerpo. Para la instancia de trabajo grupal, propusimos una actividad que consistió en dibujar la silueta de un cuerpo, intervenirlo del modo que desearan y, posteriormente, escribir un verso que comenzara con la frase “Mi cuerpo es”. El punto final del encuentro se dio en la unión de esos versos para conformar un poema colectivo, que fue escrito en un afiche colgado en una pared del centro vecinal y plasmado en un fanzine distribuido por Mujeres Activando (Figura 3). Lo anterior nos permitió reflexionar acerca de la noción de diversidad corporal, a la vez que identificar cicatrices en los cuerpos que hablan de sus vivencias personales como cesáreas que muestran procesos de maternidad, estrías y arrugas que parecen hacer visibles el paso del tiempo. Cada una de estas marcas intervenidas en la cartografía corporal fueron mencionadas por las mujeres como signos que implicaban experiencias, que les permitían crecer, hacerse fuertes y no olvidar.

 

Figura 3. Taller sobre cartografías corporales

 

Fotografía tomada por María Fernanda Machuca (septiembre, 2023)

 

En el segundo taller de esta etapa, buscamos tratar la salud mental como temática central, en un cruce con el género y la espacialidad barrial. Para ello, en un afiche se dispusieron preguntas sobre qué consideraban que definía a la salud mental, qué lugar le daban en sus experiencias, cómo lo vivían desde los espacios de encuentro entre mujeres, qué lugares de la trama barrial se conectaban con la salud mental, entre otras. Las respuestas se fueron anotando en el mismo afiche, en una lluvia de ideas que propició el intercambio de voces. A continuación, leímos poemas y planteamos un ejercicio para el armado de collages empleando tanto palabras como imágenes, a partir de la frase “¿Qué es para nosotras la salud mental?” La merienda de aquella tarde se entremezcló con papeles recortados, revistas que pasaban de mano en mano y anécdotas sobre la importancia de abordar estos cruces en nuestras vidas diarias (Figura 4).

 

Figura 4. Creación de collages sobre cuerpo y salud mental


Fotografía tomada por María Fernanda Machuca (octubre, 2023)

 

Finalmente, en un último taller trabajamos en una devolución y puesta en común sobre los encuentros emprendidos junto a la agrupación territorial, dando como resultado la elaboración de dos fanzines colectivos que contenían los escritos producidos por las mujeres. Esto fue un gratificante momento, puesto que se trataba de materiales que constituyeron insumos disponibles para la comunidad, materializando una importante parte de los esfuerzos colectivos del proyecto extensionista. El cierre incluyó una cena, la lectura de los poemas impresos y la exposición de los collages antes mencionados. También se preparó una actividad de escritura que comenzó con la entrega de papeles donde las personas presentes debían escribir qué habían representado los encuentros compartidos, formular un deseo para la persona sentada a su izquierda y algo que esperaban desprender para luego quemar en un pequeño caldero.

 

Imagen 5. Tapas de los fanzines colectivos. Los poemas fueron compilados por Jesica -Jeka- González de Mujeres Activando y publicados por la agrupación

Fotografía tomada por María Fernanda Machuca (noviembre, 2023)

 

 

Reflexiones finales

El trabajo realizado desde el proyecto que aquí presentamos dista de haber sido lineal, o de haber respondido de manera estricta a las primeras planificaciones vertidas sobre la propuesta ofrecida a la universidad. Con esto, queremos referir a que nos encontramos con situaciones complejas, como la cambiante convocatoria a los talleres y la diversidad de experiencias de quienes asistieron. Entendimos que fue necesario emprender un abordaje flexible en el hacer, pero sin dejar de lado el sostenimiento de las actividades, generando los espacios de encuentro y reflexión entre mujeres. Esta cualidad se tornó necesaria, por ejemplo, cuando comenzamos a coordinar los talleres junto a otra agrupación, o cuando la cartografía social no generó la atención que habíamos anticipado.

En un plano de los “resultados” de esta experiencia, nos encontramos con un elemento que no habíamos considerado al momento de gestar el proyecto, algo que también nos llevó a plantear una disposición maleable en el transcurrir de los encuentros. Con esto nos referimos a lo generacional, donde los grupos etarios fueron claves para indagar en cuestiones vinculadas a la diversidad corporal, las identidades sexo-genéricas y la salud mental desde las diferentes perspectivas que atravesaban a cada una de nuestras interlocutoras. Como mencionáramos previamente, durante los talleres aparecieron modos de concebir las problemáticas abordadas que, en una primera instancia, parecían disímiles, pero que nos ayudaron a enriquecer los diálogos. Aquí fue crucial la escucha atenta de cada una de las participantes, permitiendo el intercambio de historias y una práctica de respeto hacia las vivencias ajenas. Por ejemplo, surgieron visiones sobre las corporalidades gordas que generaron posicionamientos encontrados en torno a la belleza, el cuidado personal y las opiniones sobre los cuerpos. También hubo nociones contrapuestas sobre los roles de género, desde mujeres cuyas vivencias se hallaban marcadas por las tareas de cuidado, hasta otras experiencias que rehuían de lo que llamaban como “roles tradicionales”, fijados en el matrimonio y la maternidad. Esto nos llevó a conversaciones sobre el trabajo doméstico y otras posibilidades laborales, así como la independencia económica y el disfrute de la sexualidad. Respecto a la salud mental, apareció un punto de acuerdo en cómo las mujeres la valoraban como un componente esencial a ser tomado en cuenta, algo a priorizar luego de algunos acontecimientos significativos en sus vidas, como enviudar.

Por parte de las devoluciones, fue grato el recibimiento de los talleres por parte de las mujeres que participaron, así como de las referentas del centro vecinal. El trabajo fue valorado de forma positiva por quienes formaban parte de la comisión directiva, en particular su presidenta, quienes nos relataron sobre lo enriquecedora que resultó la propuesta y el armado de redes con la agrupación Mujeres Activando. En este punto, recalcaron que el proyecto fue un antecedente fundamental para seguir construyendo espacios de encuentro entre mujeres del barrio y zonas aledañas, donde pudieran reunirse para compartir y reflexionar.

Apelamos aquí a la premisa que Romina Colacci y Julieta Filippi (2020) sobre lo indispensable de pensar la extensión desde una óptica feminista, atenta a los devenires y las transformaciones de la realidad. Esto nos motivó a emprender la extensión como una manera de construir conocimientos desde la grupalidad, un valioso aporte que Dulcinea Cardozo (2018) exhorta, cuando nos convoca a reconocernos como personas situadas en mundos particulares y a comprender que miramos las experiencia de otras personas desde esos mismos espacios que ocupamos. Esta imprescindible noción resonó a lo largo del tiempo que duró el proyecto, donde buscamos comprender el quehacer extensionista como una actividad que reúne una amplia diversidad de conocimientos y personas. Esto va conformando trayectos que esperamos haber contado de manera respetuosa, en tanto consideramos necesario emprender la construcción de experiencias comunitarias horizontales. En otras palabras, escribir estas páginas fue un intento por ensamblar una vivencia que se fuga de los márgenes establecidos por la academia y que pretende trazar puentes con otros campos (Garrido y Tamagnini, 2015). 

Por último, vale mencionar lo menester que resulta la extensión en la actualidad, en un contexto que nos atraviesa, donde muchos derechos se encuentran en riesgo, como aquellos que atañen a las mujeres, las diversidades y los sectores vulnerables de nuestra sociedad. Por lo gestado en esta experiencia, así como en otras que hemos acompañado como equipo extensionista, destacamos la importancia de contar con espacios donde encontrarse, espacios que nos abracen desde el cuidado, que propicien el surgimiento de redes de acompañamiento y en la convicción de involucrarse en los territorios que habitamos en nuestro cotidiano. 

 

 

Agradecimientos

Deseamos agradecer a la Universidad Nacional de Córdoba y el programa de subsidios a proyectos de extensión, que posibilitó llevar adelante las tareas que sustentaron esta experiencia. También agradecemos la apertura del Centro Vecinal del barrio Deán Funes, en especial a su directora y a la comisión directiva, por brindarnos el espacio donde concretamos los talleres, así como el continuo aliento para seguir adelante. Además, un agradecimiento particular a las integrantes de la agrupación Mujeres Activando, por la compañía y la buena disposición en el trabajo colectivo.

 

 

Referencias

Abratte, J. P. (2019). Educación y territorios: pensar lo público en las prácticas extensionista. E+E. Estudios de Extensión en Humanidades, 6(7), 11-14. http://hdl.handle.net/11086.1/1439

Arzeno, M. (2018). Extensión en el territorio y territorio en la extensión. Aportes a la discusión desde el campo de la Geografía. +E. Revista de Extensión Universitaria, 8(8), 3-11. https://doi.org/10.14409/extension.v8i8.Ene-Jun.7709 

Bateson, G. (1972). Steps to an ecology of mind. Ballantine Books.

Buffa, S. (2018). Género, participación y vida cotidiana: una etnografía sobre experiencias de encuentros entre mujeres. [Tesis de Maestría en Antropología]. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. 

Butler, J. (2007 [1990]). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Paidós.

Cardozo, D. (2018). Investigar desde la extensión: apuesta a una epistemología pasional y rebelde. +E. Revista de Extensión Universitaria, 8(9), 53-71. https://doi.org/10.14409/extension.v8i9.Jul-Dic.7838

Colacci, R. y Filippi, J. (2020). La extensión crítica será feminista o no será. E+E. Estudios de Extensión en Humanidades, 7(9), 18-29. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/EEH/article/view/30936 

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Rister, J. y Ares, P. (2013). Manual de mapeo colectivo: recursos cartográficos críticos para procesos territoriales de creación colectiva. Tinta Limón.


Biografía de autores/as

María Fernanda Machuca. Licenciada y Profesora en Psicología por la Universidad Nacional de Córdoba. Cursa la Maestría en Investigación e Intervención Psicosocial en la misma casa de estudios, con una beca otorgada por la Secretaría de Ciencia y Técnica de dicha universidad.

Agustín Liarte Tiloca. Licenciado en Antropología por la Universidad Nacional de Córdoba. Profesor en la Facultad de Filosofía y Humanidades y la Facultad de Psicología de la misma casa de estudios. Investigador en el Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichon” (FFyH, UNC). 

 

 

 

 

 

 

 

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[1] El trabajo aquí presentado obtuvo una Beca a Proyectos de Extensión en el año 2023, otorgada por la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Córdoba, con lugar de trabajo en la Facultad de Psicología de la misma casa de estudios. El equipo estuvo conformado por Ivana Soledad Puche como directora, Agustín Liarte Tiloca como codirector, María Gabriela Altamirano como becaria, y un grupo de colaboradoras integrado por María Fernanda Machuca, Cecilia Susana Tejada, Julieta Motter, Macarena Corvalán Bilavcik, Laura López de la Barra, María Julia Tamagnini, María Florencia López, Sofía Recchiuto, Jesica Noemí González, Johana Edith González, Luciana Noel Vergara y Ailen Micaela Silva Gerrard. Como uno de los puntos centrales del proyecto, apelamos a lo interdisciplinario de nuestras formaciones -antropología, psicología, comunicación social, artes, geografía, letras- para gestar un abordaje abierto a múltiples miradas. Asimismo, también pusimos en juego nuestras experiencias en espacios de activismo social, desde posturas sensibilizadas en la importancia por formar posiciones desde las disidencias sexo-genéricas, la diversidad corporal y los feminismos críticos.

[2] Cabe mencionar que este proyecto dialoga con dos proyectos anteriores, que apuntaron sus esfuerzos a problematizar prácticas y discursos gordo-odiantes desde la creación de talleres para la escritura poética, junto a mujeres de barrios aledaños al aquí mencionado. Por ello, en esta oportunidad también recurrimos a la escritura como un acto de resistencia, así como otras herramientas relacionadas al collage y la cartografía social. 

[3] De forma breve, el Plan XMI buscó incorporar mujeres al empleo formal, tanto en el sector público como privado en la provincia de Córdoba fomentando, en particular, la capacitación laboral. Por su parte, PPP o Programa Primer Paso estuvo apuntado a jóvenes de entre 16 y 25 años sin experiencia laboral para su incorporación a un espacio de trabajo, recibiendo una remuneración equivalente a veinte horas semanales. Por último, PILA o Programa de Inclusión Laboral para Adultos, se propuso para varones mayores de 25 años o de menor edad, pero con hijos/as, apuntado al acceso a prácticas laborales que permitan capacitarse y lograr experiencias relevantes.

[4] Se trata de una organización conformada por mujeres de barrio Villa Bustos y alrededores, creada en el año 2015. Su objetivo es contribuir a la lucha por la igualdad de géneros, mediante la concreción de espacios que fomenten la concientización y la expresión artístico-cultural que busca producir cambios en el cotidiano de quienes habitan el barrio. Algunas de las acciones que realizan son una escuela de fútbol femenino, talleres de poesía y fotografía, talleres de reciclado, trabajo en una revista barrial y la organización de festivales contra las violencias.

[5] Sobre el empleo de la cartografía en nuestra planificación, en una primera instancia del proyecto la pensamos como una herramienta que nos permitiría trabajar desde la producción de múltiples territorios. Para ello, nos guiamos por la premisa del antropólogo Gregory Bateson (1972) cuando explica que el mapa no es una representación exacta del propio territorio, en tanto lo enunciado no es igual a aquello que nombra. Comprendemos que lo espacial forma parte del entramado de lo cotidiano como un permanente “hacer”, al decir de Michel de Certeau (2000), por lo que apelamos a que cada participante de los talleres pudiera construir su propia territorialidad vivenciada. En dicha labor, entrarían en juego zonas por las que circulaban en sus caminares diarios, otras zonas por las que no transitaban y aquellos lugares que consideraran de encuentro con pares. De allí es que buscamos integrar tanto lo individual como lo colectivo de las cartografías, dialogando los múltiples usos que las mujeres hacían del espacio en sus experiencias a nivel individual como en las narrativas grupales. Como otro punto de referencia conceptual, integramos lo corporal como el territorio donde se conjugan los relatos, una superficie que le brinda carnadura a los devenires espaciales, así como un instrumento desde el cual experimentamos el mundo desde lo subjetivo y lo colectivo.