La Agroecología y la Extensión Crítica como propuesta política para la resistencia del campesinado
Agroecologia e extensão crítica como proposta política para a resistência camponesa
Agroecology and Critical Extension as a political proposal for peasant resistance
Emiliano Guedes Bica
Unidad Académica de Economía y Administración
Departamento de Ciencias Sociales. Facultad de Veterinaria
Universidad de la República
https://orcid.org/0000-0001-6444-0548
Alejandro Javier Tonolli
Instituto Argentino de Investigaciones de la Zonas Áridas (IADIZA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)
Cátedra de Ecología. Facultad de Ciencias Agrarias
Universidad Nacional de Cuyo
https://orcid.org/0000-0001-9276-6676
Rodrigo García Ferreira
Unidad Académica de Extensión Veterinaria
Departamento de Ciencias Sociales. Facultad de Veterinaria
Universidad de la República
https://orcid.org/0000-0001-9650-4614
Martín Viani
Cátedra de Tecnología Ambiental. Facultad de Ciencias Agrarias
Universidad Nacional de Cuyo
https://orcid.org/0009-0009-4490-6895
Sección: Dossier
Recepción: 12/02/2024 Aceptación final: 29/02/2024
Para citación de este artículo: Guedes Bica, E., Tonolli, A. J., García Ferreira, R. y Viani, M. (2024). La Agroecología y la Extensión Crítica como propuesta política para la resistencia del campesinado. Revista Masquedós, 9(11), 1-18. https://doi.org/10.58313/masquedos.2024.v9.n11.311
Resumen
El campesinado latinoamericano representa gran parte de la población rural y ha sido históricamente asociada a diferentes grados de pobreza, lo que la ha convertido en un sector de interés para las políticas públicas de desarrollo rural. El avance de las relaciones capitalistas en el campo ha profundizado los procesos de concentración de los recursos productivos, apropiación y sobreexplotación de los bienes naturales y han generado procesos de diferenciación social con tendencia a la proletarización campesina. En este contexto, desde el pensamiento crítico latinoamericano y en fuerte vínculo con los movimientos sociales campesinos, surgen propuestas críticas a los clásicos modelos de desarrollo y extensión rural, como la agroecología y la extensión crítica. El presente trabajo busca aportar a la comprensión de cómo, desde los desarrollos conceptuales y las propuestas de la extensión crítica y la agroecología, se generan aportes a la resistencia del campesinado. A partir de presentar las dinámicas de inserción del campesinado en el capitalismo contemporáneo y los aportes teórico-metodológicos de la agroecología y la extensión crítica, se puede señalar que ambas abordan aspectos que hacen a la resistencia individual y colectiva del campesinado. Por las perspectivas políticas que comparten se considera que la agroecología y la extensión crítica se complementan en un campo de estudio y acción, donde la primera propone una propuesta técnico-política para el manejo de agroecosistemas, y la segunda permite accionar y reflexionar sobre procesos de transformación territorial.
Palabras claves: cuestión agraria; subordinación; resistencia del campesinado; extensión rural crítica; agroecología.
Resumo
O campesinato latino-americano representa uma grande parte da população rural e tem sido historicamente associado a diferentes graus de pobreza. Isso o tornou um setor de interesse para as políticas públicas de desenvolvimento rural. O avanço das relações capitalistas no campo aprofundou os processos de concentração dos recursos produtivos, apropriação e superexploração dos recursos naturais, e gerou processos de diferenciação social com tendência à proletarização camponesa. Nesse contexto, a partir do pensamento crítico latino-americano e em forte conexão com os movimentos sociais camponeses, surgiram propostas críticas aos modelos clássicos de desenvolvimento e extensão rural, como a agroecologia e a extensão crítica. Este trabalho busca contribuir para a compreensão de como, a partir dos desenvolvimentos conceituais e das propostas da extensão crítica e da agroecologia, são geradas contribuições para a resistência camponesa. Ao apresentar a dinâmica da inserção camponesa no capitalismo contemporâneo e as contribuições teórico-metodológicas da agroecologia e da extensão crítica, é possível apontar que ambas abordam aspectos que compõem a resistência individual e coletiva do campesinato. Em razão das perspectivas políticas que compartilham, considera-se que a agroecologia e a extensão crítica se complementam em um campo de estudo e ação, em que a primeira propõe uma proposta técnico-política para o manejo dos agroecossistemas e a segunda permite a ação e a reflexão sobre os processos de transformação territorial.
Palavras-chave: questão agrária; subordinação; resistência camponesa; extensão rural crítica; agroecologia.
Abstract
The Latin American peasantry represents a large part of the rural population and has been historically associated with different degrees of poverty. This has made it a sector of interest for rural development of public policies. The advance of capitalist relations in the countryside has deepened the processes of concentration of productive resources, appropriation and overexploitation of natural resources and has generated processes of social differentiation with a tendency towards peasant proletarianization. In this context, from the Latin American critical thinking and in strong link with peasant social movements, critical proposals to the classical models of rural development and extension, such as agroecology and critical extension, have emerged. This paper seeks to contribute to the understanding of how, from the conceptual developments and proposals of critical extension and agroecology, contributions to peasant resistance are generated. By presenting the dynamics of peasants' insertion in contemporary capitalism and the theoretical-methodological contributions of agroecology and critical extension, it is possible to point out that both address aspects that make up the individual and collective resistance of peasants. Because of the political perspectives they share, agroecology and critical extension complement each other in a field of study and action, where the former proposes a technical-political proposal for the management of agroecosystems and the latter allows action and reflection on processes of territorial transformation.
Keywords: agrarian question; subordination; peasant resistance; critical rural extension; agroecology.
Introducción[1]
Los/as productores/as de tipo campesino o familiar siguen siendo la mayor parte de la población rural del campo en países subdesarrollados, donde la pobreza es creciente y está relacionada con dicha población. Además, es donde el avance de la agricultura capitalista genera condiciones que profundizan los procesos de éxodo rural y proletarización campesina (Pais, 2009).
El campesinado (dentro de una escala de pequeña producción), muchas veces relacionado con la pobreza estructural, la precariedad y el atraso tecnológico (Morales, 2005) o la escasa predisposición al cambio (Lerner, 1964; Foster, 1967; Hagen, 1970 citados Cáceres et al., 2006), presenta una complejidad social y productiva que merece ser abordada para una acabada conceptualización y comprensión de las acciones que realizan en sus sistemas de producción.
Desde el paradigma del capitalismo agrario (Felicio, 2011), el campesinado se presenta como un sector atrasado que requiere insertarse en las lógicas de producción y acumulación capitalista. En este sentido, el modelo de extensión difusionista (Rogers y Shoemakers, 1974), apoyado por organismos internacionales e instituciones de extensión rural han ensayado distintos programas y proyectos con el objetivo de modernizar el campo latinoamericano, con foco en la adopción tecnológica y la inserción a los mercados. Sin embargo, estas propuestas de desarrollo rural, enmarcadas en el paradigma de la revolución verde, han generado efectos negativos en la mayor parte de los territorios rurales, donde la tendencia general ha sido a la descampesinización, la concentración de los recursos y a la apropiación y sobreexplotación de los bienes naturales (Foladori y Melazzi, 2012).
Ante las distintas evidencias negativas que ha tenido el desarrollo capitalista en el campo, surgen desde el pensamiento crítico latinoamericano, en fuerte vínculo con el accionar de los movimientos y organizaciones sociales, propuestas alternativas de desarrollo que ponen en valor al campesinado y que apuestan a procesos de transformación social. Esta valoración del sujeto campesino/a se fundamenta en la lógica productiva diversa, no sólo basada en criterios económicos, sino en otros como la ocupación plena de la familia en el trabajo, el hábitat y la alimentación familiar; el mantenimiento de la cultura y su historia familiar; y el paisaje rural, entre otras. En el marco de estas propuestas, situamos a las provenientes de la extensión crítica y a la agroecología.
La extensión crítica surge como alternativa a las prácticas extensionistas (de carácter difusionista) implementadas en los territorios rurales. La misma tiene sus antecedentes teóricos y prácticos en los planteos de Paulo Freire (1973), Fals Borda (2014) y Joao Bosco Pinto (1973), entre otros. Desde una concepción política la extensión crítica entiende que la situación del campesinado no refiere exclusivamente a aspectos tecnológicos y productivos, sino que es necesario discutir y transformar junto con (o desde) el campesinado las relaciones sociales de producción que son base del proceso de diferenciación social y subordinación campesina. Por tanto, la extensión crítica puede ser enmarcada dentro del paradigma de la cuestión agraria el cual plantea que las problemáticas del ámbito rural son de tipo estructural y son generadas por el avance del capital en la agricultura (Felicio, 2011), por lo que la misma no puede ser solucionada por el propio capitalismo, sino que su superación requiere de la transformación de las actuales relaciones sociales de producción.
Por su parte, la Agroecología reconoce al campesinado como actor clave para plantear un modelo alternativo a la agricultura industrial. El hecho de que la agroecología desarrolle sus bases científicas desde la observación y el estudio del manejo campesino de agroecosistemas está íntimamente ligado a la crítica que realiza a la modernización agrícola. Es decir, frente a las diversas consecuencias ambientales aparejadas a la revolución verde (Altieri, 1999), se preocupó por estudiar y diseñar agroecosistemas sustentables. Complementariamente, a partir de autores como Sevilla Guzmán (2006), se profundizaron las dimensiones socio-económicas y político-culturales, lo que permitió ampliar la mirada desde el agroecosistema al sistema agroalimentario y vincular la explotación de la naturaleza y de los seres humanos inherente al modo de producción capitalista. Es decir, la agroecología explícita una mirada política sobre la propuesta técnica, poniendo valor a la capacidad de generar nuevas innovaciones a viejos problemas productivos, y constituye una fuente de intersección y relación con otros actores desde perspectivas que comparten horizontes políticos transformadores.
La asunción de este paradigma por parte del campesinado significa un giro performativo o la politización de la agroecología . El hecho de que los movimientos sociales hayan incorporado a la agroecología constituye un vínculo entre esta y la extensión crítica porque, más allá del aporte de la academia, técnicos/as, ONGs o instituciones, es en los movimientos sociales que la extensión crítica se constituye como tal.
El presente trabajo busca generar aportes a la comprensión de cómo la agroecología y la extensión crítica se constituyen en propuestas políticas para el trabajo junto con el campesinado y los movimientos sociales. En particular, analiza cómo desde procesos relacionados con la extensión crítica y con la agroecología, se generan potenciales estrategias de resistencia campesina ante las dinámicas impuestas por el avance del capitalismo agrario.
Para dar cuenta de estas relaciones se comienza por presentar las dinámicas de inserción del campesinado en el capitalismo contemporáneo, para luego, mostrar los aportes a la resistencia del campesinado desde los desarrollos conceptuales y las propuestas de la extensión crítica y de la agroecología. A modo de reflexión, a partir de recatar los puntos en común y dilucidar el rol de la agroecología y la extensión crítica en relación a la subordinación que el campesinado ha tenido y tiene con el capital, se refiere a la posibilidad (necesidad) de articulación entre ambas para el trabajo con el campesinado latinoamericano.
El campesinado en el capitalismo contemporáneo
El campesinado como sujeto social y político.
Para Theodor Shanin (1979; 1988, citado por Oyhantçabal, 2014) los aspectos centrales que definen al campesinado son: 1) hacen uso de la mano de obra familiar para la producción parcelaria; 2) la tierra familiar (escasa) como principal medio de vida mediante las actividades agrícolas; 3) poseer una cultura tradicional centrada en lo comunitario[2]; 4) estar subordinados[3] a otras clases sociales transfiriendo excedentes económicos (impuestos, mercados, renta de la tierra). También podemos considerar otros aspectos como 5) la presencia de asalariamiento temporal o permanente de parte del núcleo familiar en el sector urbano o rural; y, 6) en general se trata de una población con diversos grados de pobreza según los indicadores de necesidades básicas comúnmente implementados (Velho, 1982 y Cáceres, 2006).
Otro rasgo común es la coexistencia de la unidad productiva con la unidad doméstica (Piñeiro, 2003). Los estudios campesinos toman como unidad de análisis a la unidad doméstica, que según Torrado es un:
grupo de personas que interactúan en forma cotidiana, regular y permanentemente, a fin de asegurar mancomunadamente el logro de uno o varios de los siguientes objetivos: su reproducción biológica, la preservación de su vida, el cumplimiento de todas aquellas prácticas económicas y no económicas indispensables para la optimización de sus condiciones materiales y no materiales de existencia (Torrado, 1981, p.15).
Por lo tanto, el acto productivo y el resto de las acciones sociales campesinas se desarrollan en esta célula que podemos denominar como unidad doméstica de producción campesina. Dicha unidad la definimos como el ámbito donde se da la relación entre la tierra y el trabajo doméstico (Bendini et al., 2003) para la producción de bienes y servicios agropecuarios y no agropecuarios destinados al autoconsumo y/o a la venta. También, la unidad doméstica adquiere importancia no sólo porque garantiza el proceso productivo, sino porque en su seno se produce la transmisión de las normas, valores, conocimientos técnicos, etc. Cabe destacar que el énfasis puesto al ámbito doméstico no implica concebirlo como una unidad aislada del mundo social, ni identificar “lo doméstico” únicamente con “lo privado”, sino como un objeto apropiado para el abordaje de los estudios campesinos.
De importancia superlativa en los estudios campesinos, por el rol que ocupa en la direccionalidad de las prácticas que hacen al uso de los recursos y que usan para lograr su reproducción, es el concepto de ciclo familiar o doméstico. Dicho ciclo, entendido como un proceso interno, ha sido explicitado en sus diferentes etapas o fases por Chayanov (1974), luego retomadas por Fortes (1958) y también, pero con variaciones, lo adaptan a su realidad trabajada, Archetti y Stölen (1975), Forni et al., (1991) y Schiavoni (1995).
Esto hace que la lógica de toma de decisiones de los sistemas campesinos se diferencie de las lógicas capitalistas. De acuerdo a la etapa del ciclo familiar o doméstico (por ejemplo, la composición del núcleo familiar), los excedentes generados en el sistema se puedan volcar a fines domésticos más que a productivos (Piñeiro, 2003). “Mientras que la racionalidad de reproducción de la unidad de producción capitalista está centrada en la ganancia, la lógica de reproducción de la unidad campesina está centrada en la reproducción social de la familia (Martins de Carvalho, 2012, p. 31).
Por su parte el autor mexicano Bartra (2010) propone una mirada más abarcativa, donde el/la campesino/a es un/a trabajador/a rural por cuenta propia toda vez que tiene algún acceso a la tierra. Y lo asimila inmediatamente con el concepto de pequeños/as agricultores/as que cosechan menos de lo que requieren para subsistir, situación que los empuja a la artesanía, al comercio y, sobre todo, al jornal.
Estas primeras aproximaciones refieren al campesinado como sujeto social. Horacio Martins de Carvalho (2012) nos plantea que también se puede concebir al campesinado como sujeto político, como clase social en contraposición a la empresa capitalista. Para el autor el campesinado (con sus distintas denominaciones o autodenominaciones) en su praxis social establece una relación contradictoria con el modo de producción capitalista, y se encuentra sometido a tentativas de opresión y desagregación por parte del capital. De esta manera ubicamos a los sectores históricamente más vulnerables del medio rural latinoamericano (producción familiar, agricultura familiar, campesinos/as, pueblos originarios y otras autodenominaciones), en una misma situación de clase frente al capital. Esta misma situación de clase hace que el sujeto político del campesinado, pueda estar representado por diferentes sujetos sociales (individuales y colectivos) que asumen una misma situación de clase frente al capital, puede ser ejemplo de ello, las distintas organizaciones y movimientos sociales que se incluyen en el proyecto político de Vía Campesina.
Independientemente de los rasgos comunes señalados, es importante marcar que los/as campesinos/as no son ni completamente semejantes ni completamente diferentes a las categorías sociales con las que se ha propuesto definirlos. De modo que las abstracciones que seleccionan y acentúan algunas de sus características, nunca son absolutamente improbables, aun cuando presenten perfiles contradictorios o atribuyan al conjunto del campesinado las propiedades de una de sus fracciones.
El campesinado ante el desarrollo del capitalismo en el campo: formas de explotación, de subordinación y de resistencia
El campesinado, como forma de producción recreada dentro de un modo de producción capitalista, se ha constituido en tema recurrente de discusión, que ha sido retomado y reinterpretado a través de diferentes análisis empíricos y teóricos, y también desde diversas perspectivas disciplinarias para explicar la dinámica que este actor social asume en la actual sociedad capitalista. Bajo el nombre de debate campesinista y descampesinistas (Feder, 1981), se conoce la discusión entre los académicos/as sobre el destino de este actor social ante la generalización de las formas de producción capitalista en el campo.
Los aportes campesinistas ponen énfasis en la especificidad de la unidad campesina. Es decir, la lógica de producción de alimentos para consumo familiar es lo que les otorga una relativa autonomía de reproducción, y es allí donde radica su persistencia. En esta línea, Heredia (2003) considera que la persistencia del campesinado es intrínseca al carácter mismo de la unidad de producción familiar campesina: estilo de vida -como cultura, tradición, totalidad- regido por reglas propias y poseedor de una racionalidad -o lógica propia- no capitalista. Asimismo, los campesinistas postulan que el capitalismo deja espacios para que existan los campesinos y que se desarrollen otras formas de actuar y producir no típicamente capitalistas. Es en este punto, donde la articulación, entendida como la relación (o sistema de relaciones) que entrelaza el sector capitalista y el sector campesino entre sí, se presenta como herramienta para explicar los términos en que la economía campesina se inserta en la sociedad capitalista. De este modo, la articulación asume la forma de intercambios asimétricos de bienes y servicios (o valores) entre los sectores y provoca una transferencia de excedentes desde el sector campesino al resto de la economía (Torres, 1985).
La otra parte en debate (descampesinistas) apunta a señalar que los sistemas campesinos avanzarán hacia nuevas configuraciones sociales, económicas y políticas, debido a que el capitalismo no da lugar a esas formas de producción. Por tanto, el campesinado responderá al poder de transformación que ejerce la economía de mercado sobre las formas alternativas de control y gestión de los productos y el empleo de fuerza de trabajo familiar, transformándose en otro actor social -proletariado rural, jornalero/a, pequeña burguesía, farmers, etc. (Feder, 1981).
Ambas miradas dan cuenta de la posición subordinada del campesinado frente al mercado, dentro de las relaciones capitalistas de producción e implica distintos procesos que también explican la tendencia a la descampesinización (destrucción o desintegración campesina).
En primer lugar, tenemos el proceso de “diferenciación social”, que viene de la mano con la competencia y es propio de las relaciones mercantiles, afectando a todas las unidades económicas del campo, no sólo a las campesinas o familiares. En la medida que el valor de un producto está definido en primera instancia por el tiempo de trabajo necesario para su producción, aquellas unidades que debido a sus condiciones técnicas y/o estructurales dispongan de una mayor productividad del trabajo, dispondrán de una ventaja respecto a otros productores de la misma mercancía. Generalmente las unidades campesinas se encuentran en relación desigual ante las capitalistas, por lo que ese tiempo de trabajo extra que dedican a la misma producción, lo transfieren en forma de excedente de trabajo al momento del intercambio (venta). En la medida que las condiciones estructurales y tecnológicas de los productores no se modifiquen, se sientan las bases para el proceso de diferenciación social, cuya tendencia producirá que unos pocos agricultores se enriquezcan y una mayoría se empobrezca, con la progresiva pérdida de sus medios de producción y posterior proletarización (Foladori, 1986). Pero, aunque este proceso de diferenciación sea neurálgico para explicar la destrucción del campesinado, existen otras formas de explotación y subordinación también fundamentales para entenderlo.
Otro proceso que viene de la mano con el anterior, es el de “extracción de sus excedentes” de trabajo por parte de las clases dominantes. A diferencia del trabajo asalariado, a quien se les extrae su excedente en el propio proceso de trabajo, para el campesinado este proceso sucede en el momento del intercambio de sus productos. Es por ello que las diferentes formas en que se extraen estos excedentes son claves para explicar la explotación y descomposición campesina. Para Deere y De Janvry (1979) existen tres mecanismos principales por los cuales los campesinos son expoliados de sus excedentes: 1) mediante la renta de la tierra (derivada de la propiedad privada de la misma); 2) mediante los impuestos (recaudados por el Estado de diferentes formas); 3) mediante los mercados (siendo ésta la forma más común e incluye los mercados de productos, de trabajo y del dinero). Mientras la transferencia de excedentes vinculada a la diferenciación social es propia de las relaciones mercantiles y afecta a todas las unidades económicas, esta extracción de excedentes implica una transferencia directa desde los sectores campesinos y familiares hacia las clases dominantes.
Otro proceso central para la posibilidad de reproducción de las unidades campesinas son las distintas formas de subsunción o subordinación a la lógica del capital. Se identifican tres formas principales de “subsunción del trabajo” al capital: la formal, la real y la híbrida (Marx, 2011). La subsunción formal se refiere a la explotación directa de las y los trabajadores por parte del capital, a través de su asalariamiento, involucrando así la producción y apropiación de plusvalor absoluto. Por subsunción real se refiere a la generalización del modo de producción específicamente capitalista y las transformaciones en todo el proceso laboral, involucrando así la producción y apropiación de plusvalor relativo (generalización de la división social del trabajo, introducción de maquinaria, ciencia y tecnología como fuerzas productivas subordinadas al capital, reducción de la autonomía del trabajador/a debido a la división subjetiva y objetiva del trabajo) (Foladori, 1986). En el caso de las formas híbridas de subsunción, implica aquellas donde la condición para la extracción del valor no es directa o formal, sino de otras formas “parasitarias” como pueden ser los capitales usureros o comerciales, a las que podrían sumarse otras formas de producción o trabajo, por ejemplo, el trabajo o industria “a domicilio” (Foladori, 1986). Esta subsunción híbrida cumple un rol central en aquellos territorios donde la agricultura familiar o campesina está subordinada a capitales industriales y/o comerciales, los cuales se apropian de la renta de la tierra generada a partir del trabajo familiar y que está contenida en los productos de su trabajo que venden en el mercado, a través de su pago por un precio inferior al valor del trabajo que contienen (Oliveira, 2004 citado por Oyhantçabal, 2014; Paulino, 2006).
Pero como se ha visto a lo largo de la historia, ante estas fuerzas y tendencias, la agricultura familiar y campesina responde con diferentes estrategias o “formas de resistencia”. En este sentido, Piñeiro (1985) entiende que, en la medida que los mecanismos de extracción de excedentes son centrales en las posibilidades de reproducción o destrucción del campesinado, también lo son para definir y entender sus formas de resistencia. Es por ello que define esta resistencia como aquellas formas de acción, colectivas o individuales, ejercidas por miembros de una clase subordinada, que limitan la extracción de excedentes o que son capaces de afectar la intensidad con la cual el excedente es extraído. Las diferentes formas que tome la resistencia del campesinado ante la extracción de excedentes dependerán de la intensidad de esa extracción y de la presión y/o represión que sobre ellos ejercen las clases dominantes.
Entre las formas colectivas de resistencia aparecen principalmente las organizaciones sociales y políticas que representan los intereses de la agricultura familiar y campesina, pero también podrían incluirse aquellas estrategias asociativas que buscan resolver colectivamente las principales restricciones estructurales de sus sistemas de producción. Dentro de las formas individuales de resistencia se encuentran principalmente la desmercantilización parcial (disminuyendo la compra-venta de mercancías y aumentando la proporción del autoconsumo dentro de lo producido) y la búsqueda de ingresos extra-prediales (Piñeiro, 1985), pero también puede entenderse a la autoexplotación campesina como otra estrategia individual de resistencia. Esta autoexplotación, además de estar marcada por la satisfacción de las necesidades de consumo familiar (los factores subjetivos que propuso Chayanov, 1974), también está determinada por la lógica de su reproducción social. La unidad campesina necesita producir, tanto para satisfacer las necesidades de reproducción de la unidad familiar, como para satisfacer las necesidades que le exige la sociedad en la cual está inserta (Sevilla Guzmán y López Calvo, 1994).
En un próximo apartado se presenta cómo las propuestas de extensión crítica y agroecología se materializan en prácticas y acciones que no sólo tienden a disminuir el impacto de la producción agrícola sobre el ambiente si no a aumentar los grados de autonomía del campesinado sobre el mercado, a partir de disminuir las relaciones de dependencia o de crear, con otros sectores, otro tipo de vínculo.
Agroecología y extensión crítica como aportes a la resistencia del campesinado y los movimientos sociales del campo
Al menos después de los 90, los movimientos sociales de Latinoamérica se han configurado y reconfigurado hacia el calor de las luchas populares en contra del neoliberalismo (Seoane et al., 2011 y Zibechi, 2003). El contexto de creciente extractivismo y despojo que sufre Latinoamérica (Seoane et al. 2011) trae como consecuencia la explosión de conflictos socio-ambientales de la mano de movimientos indígenas y campesinos, así como el surgimiento de nuevas formas de movilización y participación ciudadana, centrada en la defensa de los bienes naturales, de la biodiversidad y el ambiente (Svampa, 2012). Las particularidades de estos movimientos se han dado en el marco de un nuevo ciclo de conflictividad que los amenazó o despojó (incluso hasta hoy) de sus riquezas naturales, su trabajo o sus condiciones de vida. Según Zibechi (2003) los movimientos sociales comparten una preocupación por la organización del trabajo y la relación con la naturaleza, a conciencia de que la propiedad de los medios de producción no resuelve la mayor parte de sus problemas. (p.187). En su conjunto, estas organizaciones inauguraron nuevas prácticas colectivas como formas de lucha y organización, así como planteos reivindicativos y programáticos hacia horizontes de cambio (Seoane et al., 2011).
En concordancia con este proceso de emergencia de nuevos movimientos y luchas sociales, fundamentalmente en Latinoamérica, los movimientos sociales del campo colocan a la agroecología en la agenda de discusión (Toledo, 2012; Rosset y Martínez Torres, 2016). Frente a la necesidad de no reproducir el modelo del agronegocio, La Vía Campesina y sus organizaciones miembros toman a la agroecología como bandera de lucha (Rosset, 2016). La agroecología en Latinoamérica es, en buena medida, parte de un proceso de acción colectiva ligada con la recampesinización de las poblaciones rurales que han optado por un camino crítico frente a la lógica de los agronegocios. A su vez, como lo expresan los mismos movimientos sociales, la agroecología en los países latinoamericanos asume un carácter no sólo alternativo, sino antagonista frente a otros modelos agrarios, puesto que se inscribe en escenarios de disputa territorial, donde justamente se observan los procesos más intensos de recreación política del campesinado y los pueblos indígenas (Domínguez, 2019)[4] .
Para Altieri y Toledo (2011), los sistemas agroecológicos están profundamente arraigados en la racionalidad ecológica de la agricultura tradicional (Altieri y Toledo, 2011). Como consecuencia de esta lógica o racionalidad, sus sistemas conservan altos niveles de biodiversidad y, en especial, biodiversidad funcional, que es la base para manejos ecológicos. Esto se vincula a un proceso de co-evolución de los componentes ambientales y sociales lo que le da un peso fundamental al manejo de los sistemas campesinos en la resiliencia de los sistemas productivos (Norgaard y Sikor, 1999). Así, los sistemas productivos campesinos que durante mucho tiempo estuvieron invisibilizados o considerados ineficientes y abandonados, son reconocidos y valorados. Todo ello se menciona en los trabajos iniciales de Víctor Toledo (1993), Sevilla Guzmán y González de Molina (1993), luego en los trabajos con movimientos sociales campesinos de Altieri y Toledo (2011) y actualmente en los trabajos de Mier y Teran et al., (2018).
Lo mencionado en el párrafo anterior, da un sentido de pertenencia a un territorio particular que opera como un marco general. Así, las singularidades de las diferentes salidas agroecológicas toman en cuenta el escenario estructural y general de desarrollo capitalista, y son traductores de dinámicas y formas de relación con el medio que operan como respuestas particulares a problemáticas que, no necesariamente, se constituyen en instancias de referencia para otros territorios. Por lo tanto, el conocimiento local, campesino y/o indígena de prácticas y herramientas agroecológicas depende de valores insertos en matrices socioculturales de sus procesos de identificación que se enfrentan, normalmente, a la lógica del lucro y a la exclusión social de las tecnologías de matriz neoliberal (Sevilla Guzmán, 2015). De esto, se visualiza que Altieri y Toledo (2011) describen y caracterizan el desarrollo de la agroecología en base a sistemas campesinos y organizaciones campesinas en Latinoamérica.
La agroecología trabaja sobre principios y conceptos, en vez de utilizar “recetas”, su desarrollo requiere trabajar sobre la singularidad de los sistemas productivos y no es posible hacer generalizaciones de las prácticas. De esta forma, el trabajo debe ser en terreno y desde una perspectiva sistémica, considerando y articulando conocimientos de campesinos, investigadores y extensionistas. Es así que el fortalecimiento de los saberes campesinos en el diseño de agroecosistemas sustentables debe ser considerado desde una perspectiva socioambiental con un enfoque sistémico y una mirada holística, tal como lo exige la complejidad del proceso. Sin embargo, su estudio no es sencillo ya que la complejidad propia de estos sistemas dificulta el abordaje desde instituciones formadas en el paradigma de la simplicidad y lo disciplinar. En este sentido se requiere la articulación del conocimiento entre agricultores y agricultoras, organizaciones que trabajan en el territorio y el saber académico, la investigación desde un enfoque participativo y la extensión como proceso transformador a partir de la praxis (Cieza, et al., 2021).
Desde un punto de vista agronómico, la agroecología se presenta como una estrategia productiva acorde a las necesidades del campesinado y de agricultores sin recursos económicos. Es común que las conquistas de la reforma agraria se den en tierras-territorios degradados (o que el campesino con tierra cultive en este tipo de áreas), por lo que la aplicación del paquete tecnológico no da los resultados esperados (Rosset, 2016). La agroecología permite la recuperación de la productividad del suelo y el agroecosistema a través de principios ecológicos (Altieri, 2001) Estos principios se basan en dinamizar y potenciar el ciclo de nutrientes y flujo de energía dentro del agroecosistema, lo cual disminuye y, eventualmente, evita la utilización de insumos externos. Esto último impacta en la posibilidad de comenzar una producción, porque disminuye la necesidad de capital, como en la rentabilidad de la misma. Esta dimensión se relaciona con una menor dependencia del campesinado de los mercados de insumos, a la vez que limita la extracción de excedentes.
La incorporación de prácticas agroecológicas y la potenciación del manejo ecológico de los agroecosistemas evita la relación, casi siempre subordinada, del campesinado sobre el mercado. Van der Ploeg (2016) habla de autonomía relativa para referirse al grado de mercantilización al que está sujeta la producción. Si el grado de mercantilización es alto, lo externo (agroindustria) determina las decisiones productivas, si el grado de mercantilización es bajo, las decisiones están dentro de la finca, lo que permite a la familia campesina mayor flexibilidad para diseñar estrategias en función de las condiciones externas. En cualquiera de los casos la comercialización es una gran barrera para el fortalecimiento de las experiencias agroecológicas, sobre todo en contextos de alta concentración de los actores dedicados a la distribución alimentaria (grandes superficies del retail y/o grandes centros de distribución mayoristas). Frente a este contexto la agroecología está permanentemente ensayando nuevas estrategias que provienen de perspectivas vinculadas con la economía social y solidaria, por ejemplo: las cooperativas de consumo o las salidas más locales y tradicionales como la presencia en ferias o ventas directas en el predio. En otras ocasiones se apuesta por una salida más institucional y que garantice un flujo económico más regular, como los son las compras públicas[5].
La autonomía también es potenciada en las experiencias de distribución y consumo de alimentos por medio del fortalecimiento de circuitos cortos de comercialización que permiten, entre otras virtudes, la reconexión entre el campo y la ciudad, la generación de un comercio local y territorializado y la consolidación de proyectos alimentarios soberanos (Leon Sicard, 2014), autónomos y articulados. Estos dispositivos no sólo permiten decidir cómo se distribuyen los excedentes en un marco de discusión horizontal, sino que, promueven la transformación de las relaciones sociales frente al mercado concentrador de alimentos, disputando el territorio del consumo.
La Agroecología, durante las dos últimas décadas, generó un notable incremento de su capacidad productiva, organizativa y política, que le permitió ser visualizada por la sociedad y, al mismo tiempo, comenzar a cuestionar y disputar el espacio productivo y político dominado por el enfoque hegemónico (Domínguez, 2019; Cáceres et al., 2023). Sin embargo, no es un modelo ampliamente extendido en los agricultores y campesinos en particular. Existen condicionantes estructurales para su expansión, pero también otros aspectos vinculados a la forma de generación, rescate e intercambio de conocimientos entre campesinos, técnicos e instituciones. En este sentido la extensión crítica puede generar un valioso aporte a su expansión y consolidación de una propuesta contrahegemónica en la producción de alimentos.
Como señalamos anteriormente la extensión crítica se ha desarrollado desde la década del 70, en el seno de los movimientos y organizaciones sociales y se ha presentado como un escenario de disputa a la interna de las universidades públicas latinoamericanas, a partir del trabajo de técnicos y académicos comprometidos con los movimientos sociales. A diferencia del modelo de extensión difusionista, ampliamente difundido a nivel de las instituciones públicas vinculadas al sector agropecuario, la extensión crítica se posiciona desde una praxis transformadora y se asienta metodológicamente en algunos pilares provenientes de la educación popular y los procesos de investigación-acción. Dentro de ellos se destacan la concepción de la extensión crítica como un proceso educativo de carácter transformador, donde no hay roles estereotipados; donde se desarrollan procesos de co-producción de conocimientos a partir de la vinculación crítica entre saber académico y saber popular (diálogo de saberes); que promociona estrategias colectivas para la resolución de problemas; que tiene asiento en territorios donde se desarrollan relaciones de poder; y que desarrolla su accionar desde abordajes interdisciplinarios y con participación real de organizaciones y movimientos sociales en cada etapa del proceso. (Tommasino y Rodríguez, 2011; Erreguerena et al, 2020). A continuación, se presentan algunas características del abordaje de la extensión crítica en relación a sus aportes a los procesos de trabajo junto al campesinado y la configuración de sus estrategias de resistencia.
La extensión crítica en su praxis transformadora desarrolla junto con el campesinado procesos dialógicos de trabajo a partir de metodologías participativas que buscan la concientización de los sectores subalternos (Freire, 1973), en un proceso que los devenga de objeto de la práctica extensionista en sujetos de su propia historia (Tommasino et al, 2006). Los procesos de concientización son actos de reflexión crítica, continua y colectiva que permite analizar la realidad (objetivada) y se constituyen en base para la construcción de alternativas. Estos procesos de trabajo junto con los movimientos sociales, sirven de base o apoyo para las luchas y resistencias de los mismos. La constitución del sujeto político campesino encuentra asiento en las metodologías y propuestas de abordaje de la extensión crítica, así los procesos de educación popular e investigación-acción son aportes de la extensión crítica a la resistencia colectiva del campesinado.
Para ello, desde la extensión crítica se plantea la necesidad de llevar adelante procesos dialógicos horizontales y participativos entre los/as involucrados/as. A diferencia de los modelos convencionales de extensión (difusionista) que se muestran como enfoques verticales, donde el campesinado debe adoptar el saber científico-técnico en pos de su modernización[6], la extensión crítica se posiciona desde un enfoque horizontal que reivindica la existencia de otros saberes (reconociendo sus especificidades) y otras formas de pensar alternativas de desarrollo. Por tanto, la labor del extensionista junto al campesinado se aleja de la imposición de un recetario técnico, para propiciar espacios de intercambio y diálogo de saberes (Méndez Sastoque, 2020).
El diálogo de saberes en procesos de extensión junto al campesinado tiene un componente formativo y político, al entenderlo como diálogo liberador y en sus aspectos metodológicos propicia distintas instancias como ser: a) la exposición y reconocimiento de distintos saberes, como ser los saberes vinculados a las prácticas agroecológicas campesinas; b) la co-producción de conocimientos, lo cual permite congeniar prácticas agrícolas y sociales campesinas con conocimientos científicos; y c) propicia procesos de construcción de demanda a partir de problematizar la realidad territorial en la cual se llevan adelante las acciones. Estas dimensiones son centrales para la construcción de estrategias de resistencias propias del campesinado que partan del reconocimiento del saber campesino y de las realidades territoriales donde se constituyen las prácticas agrícolas.
Las prácticas agrícolas, así como las dinámicas socio-culturales de las comunidades campesinas están insertas y se desarrollan en distintas realidades territoriales, por tanto, los enfoques de la extensión crítica deben considerar estas realidades en la construcción de sus estrategias de trabajo. La comprensión de las dinámicas territoriales es un factor clave en los procesos de extensión crítica y parte de comprender al territorio, no sólo como un espacio físico, sino como una construcción social y cultural donde operan y se expresan relaciones de poder que atraviesan las prácticas (Erreguerena et al, 2020). El territorio es así definido y delimitado por las relaciones de poder; es la territorialización de relaciones de dominación y apropiación de los espacios por los diversos grupos humanos (Marcelo Lopes de Souza, 2001 y Haesbaert, 2011, citados por Erreguerena et al, 2020). El abordaje de la extensión crítica, con una perspectiva territorial, brinda elementos para evidenciar las relaciones de poder y las conflictividades que se operan en los territorios, así como para comprender los mecanismos concretos que determinan la subordinación de los sujetos campesinos a las lógicas capitalistas de producción, comercialización distribución y consumo. Estas evidencias permiten a los movimientos y organizaciones sociales la construcción de estrategias de resistencia y alternativas contextualizadas y situadas que consideren las particularidades de cada construcción social.
Alemany y Sevilla Guzmán (2006), plantean que las propuestas de extensión crítica (alternativa al decir de los autores), a partir de los procesos de investigación acción, operan en diferentes niveles (escalas) de análisis de las realidades socioculturales. A nivel de los predios y las familias productoras identifican que la extensión permite avanzar en procesos de transición de la agricultura convencional hacia manejos agroecológicos. Sin embargo, el proceso no puede quedar limitado a las explotaciones, y requiere de niveles de análisis y construcción de alternativas a nivel de grupos sociales y comunidad local. Así, la identificación local y problematización participativa de los puntos de estrangulamiento de la agricultura convencional (análisis crítico de la realidad) son el punto de partida para generar soluciones. Esto se vincula con procesos de concientización sobre las condiciones estructurales que determinan la subordinación del campesinado en el marco de las relaciones capitalistas.
Según Alemany y Sevilla Guzmán (2006), a nivel de los grupos sociales y la comunidad local es necesario avanzar en el control de los procesos de circulación y comercialización junto con los sectores no agrarios de las economías locales. Para los autores la extensión tiene un rol a cumplir en el establecimiento de redes entre campesinos (intercambio de conocimientos) y entre la producción y el consumo (mercados alternativos creadores de nuevas formas de interrelación). Como se señaló anteriormente es en las esferas de distribución y comercialización donde la dinámica de extracción de excedentes opera sobre los sistemas y el trabajo campesino. Por tanto, es una de las dimensiones en donde la resistencia individual y colectiva puede operar para mitigar los procesos de diferenciación social.
A partir de los elementos abordados, resulta plausible entender que el desarrollo de la extensión crítica, en el ámbito rural, está íntimamente ligada a organizaciones campesinas y a movimientos sociales del ámbito rural y a técnicos/as de organizaciones de la sociedad civil y de instituciones comprometidas con los procesos de resistencia individual y colectiva de los campesinos.
A modo de cierre. Agroecología y extensión crítica: una necesaria articulación en el trabajo con el campesinado
Las articulaciones teórico-metodológicas desarrolladas permiten expresar que la agroecología se vincula con el campesinado tanto en aspectos que hacen a su resistencia individual como colectiva, pero también en el hecho de ser los sistemas campesinos el sustrato donde la agroecología encuentra preguntas, desafíos y conocimientos. Por su parte, la extensión crítica a través procesos dialógicos de concientización, metodologías participativas que permitan el diálogo de saberes, perspectivas territoriales, y abordajes interdisciplinarios trabaja junto al campesinado para enfrentar la relación de subordinación que tienen frente al mercado y producir formas alternativas de relación que transformen sus realidades. Por las perspectivas políticas que comparten consideramos que la agroecología y la extensión crítica se complementan en un campo de estudio y acción, donde la primera propone una propuesta técnico-política para el manejo de agroecosistemas y la segunda, permite accionar y reflexionar sobre procesos de transformación territorial.
En la apuesta política de pensar al campesinado como el modelo de producción de alimentos, de cuidado ambiental y de garantía de seguridad y soberanía alimentaria, la agroecología se constituye como propuesta técnica-política y la extensión crítica se vuelve marco referencial para su desarrollo y potenciación. Una y otra son fundamentales y su articulación en aspectos sociales (alimentación, educación, salud y organización), técnicos (prácticas y herramientas de producción y conservación de recursos y ambientes naturales) y políticos (producción, distribución, comercialización y relaciones de poder) se vuelve necesaria para el trabajo predial y territorial, para el desarrollo de prácticas y herramientas productivas situadas, para la defensa del territorio y para la creación de relaciones alternativas tanto entre campesinos como con otros actores sociales que contrapongan experiencias virtuosas de equidad, respeto, inclusión, desarrollo y prosperidad.
Tras asumir que los vínculos entre extensión crítica y agroecología deben ser profundizados, este trabajo busca ser un aporte e invitación a seguir transitando un proceso de articulación entre estas disciplinas con una perspectiva crítica que aporte a los proyectos de resistencia campesina y emancipatorios de América Latina.
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Biografía de los autores
Emiliano Guedes Bica. Docente del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Veterinaria, Universidad de la República (Udelar). Formación en Doctor en Ciencias Veterinarias (grado FVET-Udelar), Magíster en Educación y Extensión Rural (FVET-Udelar) y doctorando en Ciencias Agrarias (FAGRO-Udelar). Ha participado y coordinado diferentes proyectos y actividades de enseñanza, investigación y extensión en áreas vinculadas a desarrollo y extensión rural; sustentabilidad; agricultura familiar; procesos asociativos rurales; agroecología y políticas públicas.
Alejandro Javier Tonolli. Ingeniero Agrónomo. Investigador del Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas, CONICET y docente investigador en la cátedra de Ecología de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo. Director y participante de diferentes proyectos de extensión e investigación.
Rodrigo García Ferreira. Doctor en Ciencias Veterinarias (grado FVET-Udelar) y Magíster en Agroecosistemas (UFSC-Brasil). Responsable de la Unidad Académica de Extensión Veterinaria, Departamento de Ciencias Sociales, FVET-Udelar. Integrante de la coordinación de la Maestría en Educación y Extensión Rural (FVET-Udelar). Ha coordinado diferentes proyectos y actividades de enseñanza, investigación y extensión en las áreas de extensión rural, sistemas de producción, sustentabilidad rural y agroecología.
Martín Viani. Sociólogo (FCPyS-UNCuyo), Magíster en Ingeniería de la Innovación (Univ. de Bologna, Italia), Diplomado en Docencia Universitaria (UDA-Mendoza). Docente de la Cátedra de Tecnología Ambiental, Asignatura Agroecología, Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo. Dirige y participa de proyectos de extensión e investigación referidos a agroecología y agricultura familiar, tecnologías sustentables, economía social y extensión rural.
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[1] El presente artículo es producto de un proceso de construcción y discusión colectiva del Núcleo Temático “Encrucijadas conceptuales y prácticas. Los vínculos entre la extensión crítica y la agroecología” en el marco del Grupo de Trabajo de CLACSO y ULEU “Extensión crítica: teorías y prácticas en América Latina y Caribe”. Participaron de este trabajo: Andrés Nieto (Coord); Alejandro Tonolli (Coord); Ramón Cieza; Pablo Saravia; Rodrigo García Ferreira; Emiliano Guedes Bica; Jacir João Chies; Martin Viani y Humberto Tommasino.
[2] Con el paso del tiempo, este aspecto se fue relativizando ya que no para todos los campesinos lo comunitario es algo característico y, además, el término cultura tradicional fue elemento persistente de crítica en la discusión entre lo tradicional y lo moderno.
[3] Esta subordinación respecto a otras clases sociales y el proceso de transferencia de excedentes hacia ellas desde el campesinado, también es identificada por otros autores como un aspecto central para entender su movimiento de reproducción o de destrucción (Deere & De Janvry, 1979; Piñeiro, 1985).
[4] Que los movimientos sociales incorporen a la agroecología de manera orgánica en sus prácticas y debates no significa que los agricultores miembros u organizaciones no la vinieran practicando, lo que queremos decir es que, de los 90 en adelante, es asumida políticamente.
[5] Para conocer experiencias locales agroecológicas arraigadas en un territorio en particular se sugiere ver Saravia (2020) y Saravia y Rover (2021).
[6] Esto es lo que Freire (2012) denomina como procesos de invasión cultural, los cuales determinan mayores niveles de subordinación de los sectores populares.