Extensión crítica y Agroecología: tópicos comunes para el trabajo junto a movimientos y organizaciones sociales campesinas
Extensão Crítica e Agroecologia: temas comuns para trabalhar com movimentos e organizações sociais camponeses
Critical extension and
Agroecology: common topics for working with peasant movements and social
organizations
Andrés Antonio Nieto
Cátedra de Formación General y Extensión Rural
Facultad de Ciencias Agrarias
Universidad Nacional de Cuyo
https://orcid.org/0009-0004-3615-6696
Ramón Cieza
Laboratorio de Investigación y Reflexión en Agroecología
Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales
Universidad Nacional de La Plata
https://orcid.org/0000-0001-8645-3155
Pablo Saravia Ramos
Departamento de Estudios Territoriales y Diálogos Interculturales
Observatorio de Participación Social y Territorio
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Playa Ancha
https://orcid.org/0000-0001-6835-169X
Humberto Tommasino Ferraro
Programa APEX - Centro Universitario Regional Litoral Norte
Universidad de la República
https://orcid.org/0000-0002-4561-0887
Recepción: 12/02/2024 Aceptación final: 27/02/2024
Para citación de este artículo: Nieto, A. A., Cieza, R., Saravia, P. y Tommasino Ferraro, H. (2024) Extensión crítica y Agroecología: tópicos comunes para el trabajo junto a movimientos y organizaciones sociales campesinas. Revista Masquedós, 9(11), 1-15. https://doi.org/10.58313/masquedos.2024.v9.n11.309
Resumen
En los últimos años la agroecología ha tomado un impulso como una respuesta concreta a la degradación ambiental y social en el sector rural. En Latinoamérica su desarrollo se encuentra asociado principalmente a las organizaciones campesinas. Del mismo modo, la extensión crítica en el ámbito rural, está íntimamente ligada a sectores populares del campo y a técnicas/os de organizaciones de la sociedad civil y de instituciones comprometidas con estos. Este enfoque surge en contraposición a los modelos convencionales de extensión considerando a ésta como un proceso educativo. En la actualidad cuenta con una multiplicidad de proyectos de extensión universitaria vinculados a organizaciones sociales rurales. Este trabajo busca analizar los puntos de encuentro entre la agroecología y la extensión crítica. Para ello se exploran vínculos entre los marcos teóricos de ambos enfoques y sus formas de abordaje en el territorio. Se concluye que el diálogo de saberes toma una dimensión fundamental en los procesos extensionistas con enfoque agroecológico. En este sentido, ambos tópicos toman como base para sus prácticas la valoración del conocimiento campesino, la producción académica crítica, el abordaje de las relaciones de poder y disputa entre actores en territorios y una vinculación dialógica crítica entre conocimiento científico y popular y el espíritu transformador de la realidad social. De esta forma, los ejercicios teórico epistemológicos, prácticos y propositivos de la extensión crítica y la agroecología se vuelven herramientas que se retroalimentan, centrándose en el diálogo de saberes como posibilitador de procesos de transformación social.
Palabras clave: Campesinado; desarrollo rural; diálogo de saberes; extensión agroecológica; transformación social
Resumo
Nos últimos anos, a agroecologia ganhou impulso como uma resposta concreta à degradação ambiental e social no setor rural. Seu desenvolvimento na América Latina está associado principalmente às organizações camponesas. Da mesma forma, a extensão crítica nas áreas rurais está intimamente ligada aos setores populares do campo e aos técnicos de organizações da sociedade civil e instituições comprometidas com eles. Essa abordagem surge em contraposição aos modelos convencionais de extensão, considerando esta como um processo educativo. Atualmente, existe uma multiplicidade de projetos de extensão universitária vinculados a organizações sociais rurais.
Este trabalho busca analisar os pontos de encontro entre a agroecologia e a extensão crítica. Para isso, são exploradas as ligações entre os marcos teóricos de ambas perspectivas e suas formas de abordagem no território. Conclui-se que o diálogo de saberes assume uma dimensão fundamental nos processos de extensão com enfoque agroecológico. Nesse sentido, ambos tópicos tomam como base para suas práticas a valorização do conhecimento camponês, a produção acadêmica crítica, a abordagem das relações de poder e a disputa entre os atores nos territórios. Além de um vínculo dialógico crítico entre o conhecimento científico e o popular e um espírito de transformação da realidade social. Desse modo, os exercícios teóricos, epistemológicos, práticos e propositivos da extensão crítica e da agroecologia tornam-se ferramentas que se retroalimentam, enfocando o diálogo de saberes como facilitador dos processos de transformação social.
Palavras-chave: Campesinato; desenvolvimento rural; diálogo de saberes; extensão agroecológica; transformação social.
Abstract
Over the last few years, agroecology has gained strength as a solid response to environmental and social degradation in the rural sector. In Latin America, its development is mainly related to peasant organizations. Likewise, critical extension in rural areas is closely linked to popular rural sectors and technicians of civil society organizations and institutions committed to them. This approach arises as a counterpoint to the conventional models of extension, in which the latter is considered as an educational process. At present, there is a multiplicity of university extension projects linked to rural social organizations.
This paper seeks to analyze the meeting points between agroecology and critical extension. For this purpose, it explores links between the theoretical frameworks of both approaches and their territorial approaches. It is concluded that the knowledge dialogue takes a central dimension in extension processes with an agroecological approach. In this regard, both topics base their practices on peasant knowledge recognition, critical academic production, the understanding of power relationships and disputes between actors in territories, and a critical dialogic link between scientific and popular knowledge and the search for social reality transformation. Consequently, the theoretical, epistemological, practical and propositive principles of critical extension and agroecology become tools that feed back to each other, focusing on the knowledge dialogue as a way of enabling social transformation processes.
Keywords: Agroecological extension; knowledge dialogue; peasantry; rural development; social transformation.
Introducción[1]
El auge de la extensión universitaria en las universidades latinoamericanas durante los últimos años se ha expresado, entre otros aspectos, en los numerosos proyectos de extensión vinculados a organizaciones sociales rurales que tienen a la agroecología como propuesta conceptual de desarrollo rural y como horizonte práctico.
La Agroecología comprende un enfoque de la agricultura que aporta pautas, criterios y conocimientos para construir sustentabilidad en una amplia diversidad de sistemas agropecuarios (Altieri, 1999; Sarandón y Flores, 2014). Este enfoque contiene un posicionamiento ético político que generalmente incluye dimensiones como la comercialización justa, la equidad social y el reconocimiento del campesinado como actores fundamentales, en contraste con la agricultura industrial basada en unidades productivas empresariales en la que prima la lógica del lucro y el alto uso de insumos externos (Sarandón y Flores, 2014). La agroecología, como un enfoque arraigado en la ecología, la antropología y la economía ecológica, interpela la lógica de producción de conocimiento y las metodologías de trabajo en el territorio y en los currículos universitarios (Sarandón, 2019), con especial énfasis en los de raíz ambiental.
Algunas de las propuestas y prácticas de extensión rural universitaria que se han vinculado con el campesinado y sus organizaciones se han enmarcado en el modelo de extensión crítica. Este modelo teórico-práctico, asociado también a la extensión-educación popular o la extensión-investigación participativa, pone énfasis en el trabajo interdisciplinario y crítico sobre las relaciones sociales dentro de una determinada y desigual estructura social. Este posicionamiento orienta al diálogo entre las personas participantes, el protagonismo de los actores involucrados y gestión horizontal del poder entre otros aspectos. La problematización de la relación sociedad-naturaleza (sustentabilidad), la soberanía alimentaria y las relaciones socio-tecnológicas son áreas de aporte de la agroecología. Por su parte, la extensión crítica aporta en el orden teórico-metodológico para el trabajo territorial y en metodologías de investigación que permitan generar espacios de producción y aprehensión de conocimiento en conjunto con los sectores populares de los territorios.
De este modo, el diálogo de saberes, la valoración del conocimiento campesino, la producción académica crítica, el abordaje de las relaciones de poder y disputa entre actores en territorios y una vinculación dialógica crítica entre conocimiento científico y popular y el espíritu transformador de la realidad social, conforman algunos de los tópicos comunes a la agroecología y a la extensión crítica. Así, los ejercicios teórico epistemológicos, prácticos y propositivos de la extensión crítica y la agroecología se vuelven herramientas que se retroalimentan.
En el presente escrito se exploran algunos vínculos entre los marcos teóricos de la extensión crítica y la agroecología, centrándose en el diálogo de saberes como posibilitador de procesos de transformación social. Se aspira a realizar un aporte conceptual para los equipos extensionistas involucrados en procesos de trabajo junto a campesinos y campesinas latinoamericanas que eligen el enfoque de la agroecología para desarrollar sus prácticas productivas y sociales en pos de construir un sistema agroalimentario soberano y promover la transformación social en el sentido de los sectores populares.
Por otro lado, se pretende que estos párrafos disparen reflexiones, análisis, preguntas y críticas que potencien las prácticas extensionistas y agroecológicas desde una perspectiva crítica, e inviten a participar del campo de acción y reflexión entre la agroecología y la extensión crítica.
Extensión rural, perspectivas y bases teóricas
Si bien estas reflexiones están en el marco de la extensión crítica, es de interés comenzar desarrollando los dos modelos de extensión donde se desarrollan las prácticas extensionistas, y abordar algunos aspectos teóricos que permitan tener un mejor entendimiento de sus propuestas de intervención.
Estos dos grandes modelos teóricos son la extensión difusionista y la extensión crítica. Los mismos comparten que la población destinataria de la práctica extensionista son los actores del medio rural, pero la extensión difusionista está dirigida a los diferentes tipos de agricultores y en general no distingue “públicos” para su acción, mientras que la extensión crítica plantea el trabajo junto al campesinado[2].
La extensión difusionista se asienta teóricamente en la sociología rural norteamericana y tanto teórica como metodológicamente en la teoría de la difusión de innovaciones (Rogers y Shoemakers, 1974). El supuesto de que la situación de atraso del campesinado se debe a la falta de tecnología y a la baja capacidad de innovación tecnológica (Rogers y Shoemakers, 1974) sirvió para poner en marcha, desde la década de 1960, múltiples programas y proyectos de desarrollo rural en toda Latinoamérica como forma de propiciar la modernización de los sectores campesinos y convertirlos en empresarios agrícolas. Los programas de desarrollo comunitario y desarrollo rural integrado primero (Sevilla Guzmán, 2000), y de desarrollo territorial rural en la actualidad, han sido los modelos habituales en el marco de esta forma de intervención.
Según lo detallado, resulta plausible enmarcar a la extensión difusionista dentro del paradigma del capitalismo agrario. Este último, surge a partir de la segunda mitad del Siglo XX y plantea que los problemas agrarios deberían ser resueltos al interior del propio capitalismo. Dentro de esta perspectiva aparece como uno de sus principales abordajes aquel que entiende a la agricultura familiar como el sujeto central para las propuestas de desarrollo rural. Desde allí se plantea que, ante el desarrollo del capitalismo en la agricultura y los desafíos de modernización que esto supone, se producirían cambios en las condiciones culturales, de producción y en el estilo de vida a los cuales el modelo campesino de producción y organización comunitaria no conseguiría adaptarse. Es decir, no lograría ser base para una alternativa de “desarrollo” (Lamarche, 1998). Por ello, según esta visión, la agricultura familiar sería un modelo adaptado a la etapa actual de desarrollo del capitalismo, como alternativa para satisfacer las necesidades de alimentación de la sociedad y las crecientes demandas de industrialización (Abramovay, 2012). Esta agricultura familiar, sujeta a los cambios propuestos por la modernización del campo, aparecería como una forma alternativa a los modelos campesinos y de empresa capitalista, en un camino intermedio entre la tradición vinculada al atraso del primero y los impulsos modernizadores altamente dependiente del segundo. La institucionalización de este modelo comienza a tomar relevancia en la década de los 60, y es impulsada por organismos internacionales de financiamiento para el desarrollo rural y se materializan en los organismos de ciencia, técnica y extensión rural que proliferaron a lo largo del continente[3]. De este modo, buena parte de los programas y proyectos estatales que en América Latina han definido las políticas de extensión y desarrollo de la producción familiar, incluidos los gobiernos progresistas y sus modelos neo-desarrollistas. Los mismos han considerado fuertemente este modelo, a pesar de distar mucho de las miradas propias de los movimientos sociales y las teorías críticas presentes en el territorio latinoamericano.
Paralelamente, a partir de la década de los 70 comienza a gestarse lo que hoy se denomina extensión crítica (o extensión popular, extensión participativa), la cual parte del supuesto de que la condición del campesinado no tiene que ver con una mera cuestión tecnológica, sino que el problema de la pobreza está asociado a las relaciones sociales dentro de la estructura capitalista, por lo que su propuesta se orienta a transformar dichas relaciones. De este modo, se enmarca a la extensión crítica dentro del paradigma de la cuestión agraria el cual plantea que las problemáticas del ámbito rural son de tipo estructural, generadas a partir del avance del capital en la agricultura (Felicio, 2011), por lo que la misma no puede ser solucionada por el propio capitalismo, sino que su superación requiere de la transformación de las actuales relaciones sociales de producción.
La extensión crítica es, teórica y metodológicamente, tributaria de los planteos de Paulo Freire (1973), Fals Borda (2014) y Joao Bosco Pinto (1973). Freire problematizó el concepto de extensión dando cuenta de su carácter verticalista, en su libro Extensión o Comunicación, surgido de su experiencia de trabajo junto a campesinos en Chile. Fals Borda y su grupo desarrollaron la Investigación Acción Participativa como forma de transformar la realidad social a partir de procesos investigativos comprometidos con las comunidades campesinas y Joao Bosco Pinto (1973), realizó una crítica a los modelos convencionales de extensión colocando a ésta como un proceso educativo. De lo anterior, resulta plausible asociar que el desarrollo de la extensión crítica, en el ámbito rural, está íntimamente ligada a organizaciones campesinas y a movimientos sociales del ámbito rural y a técnicas/os de organizaciones de la sociedad civil y de instituciones comprometidas con estos sectores.
En el territorio rural se encuentran múltiples experiencias de trabajo que adhieren al modelo de extensión crítica, tales como: procesos de educación popular, experiencias de organización comunitaria, producción y comercialización colectiva, etc. Como dijimos arriba, es en el sector del campesinado y sus organizaciones donde la extensión crítica se moviliza, mismo lugar donde se han venido desarrollado históricamente las prácticas agroecológicas y donde a partir de la década de los 90 (Toledo, 2012; Rosset y Martínez Torres, 2016) la agroecología es incorporada orgánicamente a la agenda de estos movimientos.
Por las articulaciones teórico-metodológicas que se desarrollarán más adelante y por las perspectivas políticas que comparten, consideramos que la agroecología y la extensión crítica se complementan en un campo de estudio y acción, donde la primera propone una propuesta técnico-política para el manejo de agroecosistemas y la segunda, permite accionar y reflexionar sobre procesos de transformación territoriales.
La agroecología, un enfoque alternativo a la agricultura industrial
Al menos desde una perspectiva técnico-científica, la agroecología es rescatada y empieza a ser revalorizada hacia la década de 1970, principalmente en Latinoamérica, como respuesta a la crisis social y medioambiental generada por el desarrollismo (Guzmán Casado et al, 1999).
En la actualidad la agroecología es todavía un campo en construcción y en disputa, con múltiples aportes de diferentes disciplinas en un contexto de profundas transformaciones en el sector agrario. En términos iniciales, sucintos y estrechos, la agroecología es “la aplicación de los principios ecológicos al entendimiento y desarrollo de agroecosistemas sostenibles” (Altieri, 1999). La misma incorpora ideas sobre una agricultura anclada en la consideración del ambiente y más sensible socialmente; centrada no sólo en la producción sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción (Hecht, 1999). Actualmente, constituye un emergente campo de conocimientos, un enfoque, una disciplina científica que reúne, sintetiza y aplica conocimientos de la agronomía, la ecología, la sociología, la etnobotánica y otras ciencias afines. Cuenta con una óptica holística, sistémica y un fuerte componente ético para generar conocimientos, validar y aplicar estrategias adecuadas para diseñar, manejar y evaluar agroecosistemas sustentables (Sarandón, 2002).
Si bien la agroecología pone inicialmente el eje en los aspectos ecológicos, luego avanza incorporando, necesariamente, una dimensión que involucra aspectos sociales y políticos[4]. En esta dirección, Sevilla Guzmán (2015) define la agroecología como la búsqueda de un manejo ecológico de los bienes naturales mediante acciones locales endógenas, de naturaleza socioeconómica para construir sistemas agroalimentarios locales y poder generar procesos de transformación y sustentabilidad entre productores y consumidores. Su acción se articula con los movimientos sociales (que se enfrentan al neoliberalismo y la globalización económica capitalista) para generar procesos de desmercantilización y democratización del conocimiento; se pretende así incorporar, a las parcialidades socioculturales ocultadas en plataformas interculturales de sustentabilidad para elaborar participativamente procesos de transición agroecológica que permitan la emancipación y liberación sociocultural y política de la concepción del mundo de la modernidad capitalista. El enfoque agroecológico pretende implementar y crear conocimientos provenientes de la ciencia, desde un enfoque crítico y en diálogo permanente con el conocimiento de los agricultores (Sevilla Guzmán, 2015). Por lo tanto, la Agroecología tiene una naturaleza pluri-epistemológica, ya que integra y articula conocimientos de diferentes ciencias con el saber popular, permitiendo la comprensión, análisis y crítica del actual modelo de agricultura industrial, como también el diseño de nuevas estrategias para el desarrollo rural.
En esta mirada multidimensional, la agroecología es planteada en trabajos más recientes como ciencia, práctica y movimiento (Wezel et al., 2009). De acuerdo a estos autores, hay un uso combinado del término “agroecología” que en la mayoría de las situaciones están fuertemente entrelazados. Por lo tanto, hay un vínculo entre una visión política (el movimiento), una aplicación tecnológica (las prácticas) para lograr los objetivos y una forma de producir conocimiento (la ciencia)[5].
Un debate central de la agroecología actual es el planteado por Giraldo y Rosset (2016) en relación a la posibilidad de que sea cooptada, institucionalizada y despojada de su contenido político. Después de haber sido ignorada, en la actualidad está siendo incorporada por diferentes organismos nacionales e internacionales (Giraldo y Rosset, 2016), incluidas instituciones de extensión e investigación agrícola promotoras de la extensión difusionista. Se plantea la disyuntiva si la agroecología va a terminar siendo parte de la caja de herramientas del sistema agroindustrial o si, por el contrario, se potenciará como una estrategia política movilizadora con base en los movimientos sociales. Todo esto abre un interesante debate en función de preguntarnos sobre los vínculos posibles y potenciales entre la extensión crítica y la agroecología.
El diálogo de saberes en los procesos agroecológicos desde la perspectiva de la extensión crítica
La agroecología como disciplina científica partió de la constatación empírica de que el conocimiento sobre el manejo ancestral de la naturaleza, e incluso el generado en las culturas marginadas por la civilización industrial, poseía los principios ecológicos que permitían evitar, no sólo el deterioro medioambiental, sino también el social (Sevilla Guzmán, 2015). Por lo tanto, la agroecología considera necesario el reconocimiento de los saberes campesinos porque estos guardan prácticas previas a las del tipo de agricultura convencional que pueden ser utilizadas o recuperadas para el diseño de sistemas agroalimentarios soberanos. Complementariamente a esta apelación por la memoria y el patrimonio vivo de los campesinos, dicho proceso de acumulación de saberes no se ha detenido sino que, por el contrario, este se ha ido reproduciendo en medio del contexto adverso del agronegocio. Esto quiere decir que no sólo hay un proceso de recuperación del pasado, sino que hay una permanente innovación y actualización de las posibilidades que surgen en diferentes partes del mundo como medidas remediales o transformadoras de los efectos negativos del modelo agrícola convencional. Dicha capacidad adaptativa de los territorios rurales, son una de las principales fuentes de saber desde donde la extensión crítica puede nutrir sus planteamientos y en ocasiones son la fuente de legitimidad frente a la estrechez de las fórmulas de generación de conocimiento propios del mundo universitario convencional. Por lo tanto, el mundo campesino no sólo porta una memoria de saberes, sino que ellos mismos son puestos al servicio de una lectura crítica del medio y se constituyen en una fuente de riqueza que permite nivelar la histórica relación desigual entre universidad y territorios.
Entonces, para llevar a cabo procesos de producción de conocimientos agroecológicos es fundamental tener en cuenta las premisas teóricas que propone la extensión crítica y que básicamente postulan que el conocimiento debe estar al servicio de procesos de liberación, esto es, en el marco de lo que se viene planteando, de romper relaciones de subordinación o dependencia entre los distintos sujetos. En este sentido, se coincide con Caporal y Dambros (2017) en el que sostienen que los principios de la agroecología ayudan a consolidar una crítica a la extensión convencional.
La extensión crítica tiene un recorrido en la problematización del vínculo entre el saber técnico científico y el saber popular. Para Freire, la extensión difusionista implica una “invasión cultural” al pretender imponer como únicos y válidos los conocimientos producidos en los centros académicos y científicos. Al no considerar o negar el saber popular se produce un acto deshumanizante que resulta en una mayor dependencia de los sectores populares. La perspectiva freireana propone partir de los saberes del individuo o comunidad y desde allí problematizar las situaciones que la afectan. En esta problematización, se da un diálogo entre saberes populares y académicos donde, a priori, no existe mayor relevancia de uno por sobre otro. No se circunscribe solamente a dialogar para aprender-enseñar, sino que ese proceso debe ser acompañado por un proceso de problematización de la realidad que permita comprenderla y transformarla (Freire, 2012).
De esta manera, el diálogo de saberes aparece como un enfoque pertinente para quienes opten por trabajar en el ámbito de la agroecología desde la perspectiva de la extensión crítica, entendiendo que éste es asumido como el más adecuado a los presupuestos metodológicos sobre construcción de conocimientos en educación popular (Torres Carrillo, 2016).
En las siguientes líneas se desarrollan algunos puntos centrales que permitan comprender y abordar el enfoque de diálogo de saberes en procesos de extensión junto al campesinado. Se asume que el diálogo de saberes tiene una centralidad en el marco de la educación popular y que, además de su componente formativo y político (entendiendo al diálogo como diálogo liberador), en los procesos extensionistas toma particular relevancia en su sentido metodológico, ya que ofrece pautas que permitan potenciar tres instancias (al menos) que merecen detenimiento: 1- posibilitar la exposición de distintos saberes: esta concepción parte de la premisa que existen multiplicidad de saberes y formas de hacer y estar, lo que implica el reconocimiento de la otredad como portador de saberes válidos, como pueden ser las prácticas ecológicas campesinas, 2- posibilitar la co-construcción de conocimientos: a partir de la visibilización de los distintos saberes y su reconocimiento, puede darse un diálogo horizontal que resulte en nuevos conocimientos para los actores involucrados, proceso que, como se indicó antes, permite congeniar prácticas agrícolas y sociales campesinas, con desarrollos científicos; y 3. propiciar procesos de construcción de demanda: en el sentido de que el reconocimiento de saberes y su posterior puesta en diálogo entre actores permite problematizar la realidad territorial sobre la cual se llevan a cabo las acciones. Este aspecto es central para la extensión crítica, al evitar que las “soluciones” a los problemas territoriales vengan definidos desde los equipos técnicos.
“El diálogo ocurre cuando entre los sujetos de conocimiento se crea un escenario propicio para quienes quieren conocer un tema. Los interlocutores entran en una conversación que rompe las ataduras de poder entre quien supuestamente sabe y quien no sabe" (Salas, 2013, p.135). En términos prácticos, es necesario intencionar que dichos escenarios se den en el encuentro territorial. En ese sentido, es de interés volcar algunas nociones sobre el proceso de diálogo de saberes que conllevan a que este se de en una práctica extensionista. Se puede decir que el proceso de enseñar-aprender en la extensión está sobre el hacer, o sea, los conocimientos se ponen en juego sobre un problema concreto de la realidad, donde los distintos actores intentan resolverlo. Más allá de que de que estos conocimientos se “coloquen” de manera teórica, en general, si estos saberes son parte del proceso extensionista, es porque se visualiza una instancia práctica en la cual estos se utilizaran.
Para Freire (1973), el conocimiento exige una presencia curiosa del sujeto frente al mundo. Requiere su acción transformadora sobre la realidad. Demanda una búsqueda constante. Implica invención y reinvención. Reclama la reflexión crítica de cada uno sobre el acto mismo de conocer, por el cual se reconoce conociendo y, al reconocerse así, percibe el "cómo" de su conocer, y los condicionamientos a que está sometido su acto. Por lo tanto, en el proceso extensionistas, los roles de quienes lo llevan a cabo: técnicos/as y campesinos/as de ninguna manera pueden ser pasivos ni estereotipados (Tommasino y Rodríguez, 2014). Educador-educando se intercambian o diluyen frente a la acción y la necesidad de resolver un problema, “es necesario que, en la situación educativa (en este texto referida como extensión crítica), educador y educando asuman el papel de sujetos cognoscentes, mediatizados por el objeto cognoscible (problema de la realidad) que buscan conocer” (Freire, 1973, p. 28).
Surge así una cuestión: las estructuras que nos permiten conocer, no son necesariamente iguales para todas las personas sino que, de acuerdo a cada recorrido (cultural, formativo, religioso, experiencial, etc.), habrá múltiples formas de interpretar el mundo. No todos conocen de la misma manera: la forma de conocer del campesino, de corte mayoritariamente empírico y práctico, cuyos saberes son de carácter situado, asociado a un contexto social y un ecosistema específico (Giraldo, 2022), es distinta a la que pudiera obtener una estudiante en la universidad, de carácter netamente teórico-abstracto, no necesariamente situado. Además, las experiencias de vida de los sectores populares/subalternos llevan a la identificación e interpretación de problemas de su realidad (y sus prácticas asociadas) que no necesariamente son identificados e interpretados de la misma manera por sectores medios o intelectuales.
Para abordar cualquier problema, este debe constituirse primero en una “percepción destaca en sí” (Freire, 1973), es decir, debe identificarse dicho problema como tal, pero no de manera aislada, sino que este debe ser captado en función de las relaciones interactivas con otras dimensiones de la realidad (marco histórico-social) de manera de objetivarlo.
Figura 1: Problematización de la realidad mediante el diálogo de saberes.
Fuente: Elaboración propia
Es la problematización de la realidad, a partir del diálogo de saberes, la que permite objetivar los problemas, donde todos los actores participan ofreciendo ciertos conocimientos parciales, inconexos, inexactos, para, a partir de ellos, aumentar los niveles de compresión de la realidad.
Desde el punto de vista metodológico, Fals Borda propone, a partir de estas premisas teóricas, incentivar la Investigación Acción Participativa. Para este autor, los procesos de investigación deben incluir a las comunidades tanto en la construcción del problema como en la construcción de la solución. De esta manera, en el marco de la extensión crítica, los equipos universitarios podrán desarrollar su tarea en virtud de las necesidades de la comunidad, y la misma podrá apropiarse de los nuevos conocimientos generados. Se trata de avanzar hacia la generación de un conocimiento co-construido con los territorios que amplíe la base democrática del diálogo y rompa con la pretensión universalista del pensamiento moderno, que ha inferiorizado toda aquella forma de entender el mundo conocimiento que no provenga de su estructura institucional.
Un aspecto limitante a la hora de trabajar con un enfoque agroecológico y desde los ámbitos de la extensión, tanto en términos de problematización de la realidad como en el propio diálogo de saberes, es la perspectiva reduccionista de la ciencia moderna, donde se busca la simplificación (Canuto, 2011). Como contrapartida, la extensión crítica como en la agroecología plantean una propuesta pluri-epistemológica e interdisciplinaria reconociendo la necesidad de incorporar diferentes disciplinas para generar respuestas a problemas complejos (Norgaard y Sikor, 1999; Canuto, 2011). La extensión, partiendo de la agronomía y la veterinaria, incorpora disciplinas de las ciencias sociales como la antropología, la sociología rural y la comunicación, mientras que la agroecología, además de estas, le da relevancia a la botánica, ecología, entomología, la economía ecología, etc. Lo virtuoso de estos procesos no sólo tienen que ver con la posibilidad de mirar un mismo territorio desde diferentes puntos de vista, sino que este tipo de trabajo interdisciplinario contribuye a la construcción de lecturas y solución de problemas donde las áreas del conocimiento no reproducen relaciones de jerarquía entre ellas. A partir de aquí la priorización de ciertas soluciones o problemas es el resultado del diálogo entre diferentes disciplinas y ellas a su vez articuladas con las visiones que los actores territoriales proponen.
La agroecología entiende a los saberes campesinos como base para construir los principios agroecológicos. En ese sentido, aquellas metodologías que permitan trabajar y problematizar los conocimientos con sector vulnerables cobran una relevancia particular. Es en el marco de la extensión crítica, desde la educación popular, la Investigación Acción Participativa y la interdisciplina, donde se han desarrollado muchas de las metodologías que permiten partir de los saberes populares y que, mediante el encuentro con otros saberes, problematizar la realidad y proponer transformarla.
Obstáculos, desafíos y oportunidades del diálogo de saberes en procesos agroecológicos desde la perspectiva de la extensión crítica
Existe un desafío enorme para llevar adelante procesos de diálogo de saberes, sobre todo cuando pensamos en equipos extensionistas universitarios que aún son formados en matrices convencionales y que, además, difícilmente vivencien trayectos territoriales permanentes o continuados junto a las comunidades. Por otra parte, construir dispositivos interdisciplinares, y más aún, pluri-epistemológicos, en un ámbito de universidad compartimentada como la actual, supone un esfuerzo extra para los equipos que se lo proponen, no obstante, por las dimensiones pedagógicas, éticas y políticas que hemos venido desarrollando, son cuestiones a tener en cuenta en las prácticas extensionista.
Otra de las barreras se relaciona directamente con la impronta histórica del trabajo universitario y la reproducción de prácticas extractivas cognitivas que forman parte de un modelo civilizatorio de ser, comprender y estar en el mundo (Grosfoguel, 2016; Simpson y Klein, 2017). Si bien es cierto este debate está muy interiorizado dentro de los equipos universitarios que guían su actuar desde los principios de la extensión crítica, los territorios han sido permanentemente objeto de uso de la universidad convencional. Por lo tanto, en muchas de las ocasiones el trabajo extensionista en territorio rural (esto también sucede en el campo urbano en el trabajo vecinal o de pobladores, por ejemplo) se juega su futuro en una primera etapa de recuperación de las confianzas y del vínculo solidario que se pretende recuperar o establecer de manera de poder allanar el terreno para la implementación de prácticas o espacios basados en el diálogo.
El establecimiento de este tipo de vínculos supone un trabajo permanente en territorio donde una vez recuperada o construida la confianza, toca sostener un tipo de comunicación que efectivamente logre poner en diálogo el conocimiento convencional con el existente en las comunidades. Para el logro de este objetivo es necesario transformar o adaptar las formas de escritura académica para un público amplio que no tiene necesariamente la pretensión de acumulación del conocimiento sino que, por el contrario, busca ponerlo en circulación. Superar este desafío no sólo implica una transformación concreta en las prácticas académicas, sino que además obliga a tener estrategias de supervivencia en un contexto de trabajo que privilegia la producción individual, la competencia entre pares, la ultra especialización y una estructura arbitraria de legitimidad de aquello que uno produce, dada, en estos tiempos, por la imposición de publicar en revistas de corriente principal lideradas por algunas bases de datos que las agrupan y que no necesariamente hablan de su impacto, ni menos de la calidad de lo que allí se escribe. Uno de los efectos perversos de este encuadre, es la inferiorización de otras formas de comunicar lo aprendido, como pueden ser materiales educativos, libros, cuadernillos, formatos audiovisuales, etc. Son justamente estas otras formas de comunicación las que ofrecen más opciones para poder construir un contexto fértil de intercambio y diálogo.
Por otra parte, el trabajo extensionista en territorio agroecológico plantea el desafío de resolver la pregunta por la “utilidad” del trabajo o del conocimiento que allí se produce. Esto debe ser comprendido dentro de un contexto donde dichas comunidades enfrentan problemas y conflictos críticos que ponen en riesgo la reproducción de la vida y de su propia actividad productiva, como es el permanente estado de escasez y crisis hídrica, una variada gama de otro tipo de conflictos socioambientales, los efectos negativos del agronegocio, el avance de la industria inmobiliaria, etc. Es decir, el trabajo extensionista debe resolver, en diálogo con los territorios, el sentido y la materialidad de su trabajo, de manera que pueda contribuir al fortalecimiento de los procesos sociopolíticos de las comunidades organizadas como también dar respuesta a los encuadres dados por la universidad y la política pública central.
Junto con estos desafíos existe un campo fértil de oportunidades que están directamente asociados con el tipo de trabajo que propone la extensión crítica en territorios rurales. Uno de ellos tiene que ver con el crecimiento pedagógico del estudiante una vez que se inserta en un trabajo de extensión. El estudiante se reconoce (porque en ocasiones proviene de los mismos territorios con los cuales trabajamos), se transforma y se sensibiliza. Finalmente, el estudiante se forma integralmente, ya que no sólo la experiencia universitaria le dota de contenidos, conocimientos y un instrumental que posteriormente le pueden servir para la vida laboral, sino que adquiere una sensibilidad por el otro que se constituye en una herramienta formativa y le brinda un determinado sello a la formación. No sólo se transforma el estudiante, en tanto ser individual, sino que en ocasiones el trabajo extensionista permite orientar ciertos cambios en los recorridos curriculares de la formación o en la propia experiencia áulica, ya que dicha vinculación con los territorios se convierte en un saber que es socializado y nutre los debates e intercambios propios de la vida estudiantil. Junto con este abanico de posibilidades de cambio al interior de la universidad, también observamos como los territorios incorporan estas experiencias y les sirven de insumo para sus propios procesos de transformación. No sólo cambia la manera de mirar y relacionarse con la universidad, sino que también con el estado en todos sus niveles y también con organizaciones o territorios similares.
Conclusiones
Este trabajo muestra algunos puntos de contacto entre tópicos comunes entre la extensión crítica y la agroecología con el afán de aportar a un debate que potencie a los equipos extensionistas que se sitúan en dichas perspectivas.
Tanto la agroecología como la extensión crítica trabajan fuertemente asociadas al sujeto campesino, la primera, por una tradición que estuvo relacionada, en las primeras indagaciones de los agroecólogos de la década de los 70, a conocer formas de manejo ecológicos de los recursos naturales previos a la revolución verde; mientras que para la extensión crítica, desde su posicionamiento teórico político, el sujeto campesino es quien sufre los embates del desarrollo del capitalismo en el agro. Con el correr de los años, la crisis social comienza a ser incluida en la perspectiva agroecológica, asumiendo que la explotación de la naturaleza tiene un correlato social mientras que, del lado de la extensión crítica, se abre también a las preocupaciones ambientales.
Como se dijo, la centralidad que la agroecología le da a los saberes campesinos tiene que ver con lo que estos tienen para ofrecer a la hora de contrarrestar el deterioro ambiental y social, sobre todo en las comunidades rurales, mientras que la extensión crítica tiene un largo recorrido reflexivo en torno a los procesos de diálogo entre saber popular y saber científico.
Es a partir de este encuentro en que desarrollamos algunas reflexiones sobre el tópico común diálogo de saberes haciendo alusión a que este es posibilitador la exposición de distintos saberes, la co-construcción de conocimientos y la construcción de demanda, sin dejar de manifestar que el objetivo central de este proceso es la transformación de la realidad.
El diálogo de saberes implica sostener un posicionamiento político, se inscribe en un posicionamiento teórico y contiene un aspecto metodológico que hay que tener en cuenta a la hora de llevar procesos extensionistas críticos, por lo que su aplicación territorial no está libre de obstáculos y desafíos.
En este sentido aparecen otros tópicos que es importante reflexionar, como la interdisciplina, necesaria para para problematizar la realidad de manera compleja, para su mejor entendimiento y transformación y, por otro lado, para superar la mirada reduccionista de la ciencia convencional, que en los ámbitos académicos-extensionistas tensa la relación con los modos tradicionales de producción de conocimiento. Desde la perspectiva de la extensión crítica, es necesario seguir avanzando con formatos de publicación de conocimientos de saberes que faciliten la circulación y apropiación por parte de los actores territoriales.
Lo presentado en este trabajo invita a pensar en procesos de “extensión agroecológica” en base a la fuerte crítica a la perspectiva difusionista de la extensión y los procesos de modernización que lo sustentan. Desde este enfoque, además de los puntos revisados, la extensión agroecológica debería potencializar los medios y recursos disponibles localmente, así como los elementos culturales, sociales, políticos y económicos existentes, buscando aumentar los grados de autonomía de las familias campesinas. Por lo tanto, sus estrategias deben asumir una orientación pluridimensional que incluya deseos y necesidades de transformación de las condiciones económicas de las familias campesinas, y al mismo tiempo pueda garantizar soberanía alimentaria, mejores niveles de educación, salud, bienestar social, equidad social y de género los cuales deben ser incluidos transversalmente como parte del proceso de transición a la agroecología.
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Biografía de los autores
Andrés Nieto. Ingeniero Agrónomo por la Facultad de Ciencias Agraria de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Diplomado en Extensión y Desarrollo Rural y maestrando en Estudios Latinoamericanos (FCPyS-UNCUYO). Jefe de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Formación General y Extensión Rural, FCA-UNCUYO. Dirige y participa en proyectos de extensión e investigación referidos a agroecología, extensión crítica, extensión rural y prácticas sociales educativas.
Ramón Cieza. Ingeniero Agrónomo por la Facultad de Cs Agrarias y Forestales UNLP, Argentina. Magíster en Agroecología y Desarrollo Rural Sustentable UNIA-España. Doctor Ciencias Agrarias-UNLP-. Prof. Adj. y JTP Departamento de Desarrollo Rural- FCAyF. Docente en Maestría PLIDER (UNLP-UNMdP-UNS). Integrante del Laboratorio de Investigación y Reflexión en Agroecología (LIRA-UNLP). Director y evaluador de tesis de Grado y Postgrado. Autor de varios artículos científicos y de divulgación en problemáticas de la producción periurbana, tecnologías sustentables, agroecología, agricultura familiar y financiamiento. Director de proyectos de Extensión Universitaria y de Investigación (UNLP).
Pablo Saravia Ramos. Sociólogo por la Universidad de Concepción-Chile. Magíster en Historia con Mención en América Latina (Universidad de Santiago de Chile). Máster en Problemas Sociales de Sociedades Avanzadas y Doctor en Sociología por la Universidad de Granada-España. Director del Departamento de Estudios Territoriales y Diálogos Interculturales. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Playa Ancha. Sus líneas de investigación tienen que ver con agroecología, extensión universitaria, metodologías participativas y economía social y solidaria.
Humberto Tommasino Ferraro. Doctor en Medicina y Tecnología Veterinaria por la Universidad de la República (Uruguay). Mgter en Extensión Rural. Universidad Federal de Santa María, Brasil. Doctor en Medio Ambiente y Desarrollo por la Universidad Federal de Paraná, Brasil. Fue Pro Rector de Extensión en la Universidad de la República en el periodo 2006-2014. Profesor Agregado 4 del Programa APEX. Asistente Académico del Centro Universitario Regional Litoral Norte (UDELAR). Tiene una amplia experiencia en investigación, extensión y docencia de grado y posgrado en temas de sustentabilidad de la agricultura familiar, extensión universitaria, extensión crítica, extensión rural, formación integral.
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[1] El presente artículo es producto de un proceso de construcción y discusión colectiva del Núcleo Temático “Encrucijadas conceptuales y prácticas. Los vínculos entre la extensión crítica y la agroecología” en el marco del Grupo de Trabajo de CLACSO y ULEU “Extensión crítica: teorías y prácticas en América Latina y Caribe”. Participaron de este trabajo: Andrés Nieto (Coord); Alejandro Tonolli (Coord); Ramón Cieza; Pablo Saravia; Rodrigo García Ferreira; Emiliano Guedes Bica; Jacir João Chies; Martin Viani y Humberto Tommasino.
[2] Coincidimos con Horacio Martins de Carvalho (2012) de concebir al campesinado como sujeto político, como clase social en contraposición a la empresa capitalista. Para el autor el campesinado (con sus distintas denominaciones o autodenominaciones) en su praxis social establece una relación contradictoria con el modo de producción capitalista, y se encuentra sometido a tentativas de opresión y desagregación por parte del capital. De esta manera ubicamos a los sectores históricamente más vulnerables del medio rural latinoamericano (producción familiar, agricultura familiar, campesinos, pueblos originarios y otras autodenominaciones), en una misma situación de clase frente al capital.
[3] En Latinoamérica podemos citar como ejemplo la fundación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina, fundado en 1956, el Instituto de Investigación Agropecuarias (INIA) en Chile, fundado en 1963, la Empresa Brasilera de Pesquisa Agropecuaria (EmBraPA) en 1973 y el Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo, fundado en México en 1943
[4] En los escritos de hace unos 10 años se definían dos enfoques dentro de la agroecología, una más orientada a la sustentabilidad del sistema de producción con un fuerte hincapié en los aspectos ecológicos, aunque sin desconocer la multidimensional del concepto incorporando los aspectos económicos y socioculturales (Altieri- Gliesman- Sarandón) y otra vertiente que abordaba la cuestión más sociopolítica, con una mirada macro (Sevilla Guzman-Gonzalez de Molina). Estas diferencias en los últimos tiempos han confluido, aportando una mirada más integral.
[5] Si bien se coincide con esta mirada, el trabajo de Wezel (2009) nos genera algunas dudas en cuanto al planteo, los casos analizados y la mirada predominante sobre casos europeos.